Es el título del libro de Rosenberg (2016) donde expone cómo gestionar nuestra rabia ante una situación que padecemos como agresiva. Puede ser una palabra o un acontecimiento. Parte de un principio técnico: el estímulo, o lo que desencadena nuestra rabia, no es la causa. En realidad nos enfadamos no por lo nos han dicho o hecho, sino que la auténtica causa es lo que nosotros sentimos ante ese estímulo. Por esto, ante el mismo estímulo varias personas responden de forma diferente, ya que en cada uno se despiertan sensaciones y sentimientos diferentes.
Por ejemplo, si una madre/padre castiga a sus dos hijos porque han llegado tarde a casa, uno puede responder con rabia o cólera (“esto es una injusticia”), y el otro, puede aceptar pacientemente el castigo (“me lo merezco”). La causa de la respuesta, pues, de los hijos no es el castigo (este sería el estímulo), sino el sentimiento (causa) de los dos hijos.
En la vida cotidiana, ante las agresiones, la gran pregunta que tenemos que hacer no es ¿por qué esta persona me insulta?, sino ¿qué me ocurre a mi para responder de esta manera? En ocasiones, intentamos buscar alguna explicación a la conducta del otro cuando lo importante es examinar por qué respondo yo de esa manera.
CUATRO PASOS
Primer paso: ser consciente de que el estímulo o lo que desencadena nuestra rabia no es la causa. La auténtica causa es algo en nuestro interior que reacciona a lo que la gente hace. Tenemos que tener claro cuál es el estímulo, sin mezclar juicios ni evaluaciones.
Segundo Paso: la causa hay que encontrarla en nuestra evaluación de lo que la gente hace. Ser conscientes de que nuestra evaluación de las personas es la causa de nuestra rabia. Tenemos que identificar la imagen interna o juicio que nos provoca el enfado.
Tercer paso: Buscar la necesidad no satisfecha que está en la raíz de nuestra rabia. Transformar esa imagen que contiene juicios en la necesidad que expresa; en otras palabras, concentrar toda nuestra atención en la necesidad que se esconde tras el juicio.
Cuarto paso: incluye expresar a la otra persona cuatro tipos de información:
- desvelamos el estímulo, lo que esa persona ha hecho que está en conflicto con la satisfacción de nuestras necesidades.
- Expresamos cómo nos sentimos. No estamos reprimiendo la rabia, sino que ésta se ha transformado en sentimientos como tristeza, dolor, miedo, frustración o similares.
- Tras nombrar nuestros sentimientos, expresamos cuales de nuestras necesidades no están siendo satisfechas.
- Por último, petición clara, encuadrada en el presente, sobre lo que queremos de la otra persona en relación con nuestros sentimientos y necesidades no satisfechas.
Cuando la acción de una persona nos desencadena una reacción y descubrimos que nos estamos enfadando, necesitamos gestionar esa rabia preguntándonos: ¿qué me estoy diciendo a mí mismo, qué está provocando mi enfado? Con esto establecemos contacto con la necesidad que hay tras el juicio.
EJEMPLO
María tiene a la madre en una residencia y tras comunicar vía WhatsApp a los hermanos su estado de salud… tiene mucha rabia. “Nadie me contesta. Me siento furiosa”.
Contestación violenta de María: “son todos unos pasotas, me ignoran, no me hacen caso, les importa todo un pepino, impresentables, me desprecian”.
Necesidades de María no satisfechas: “Quiero ser visible para ellos, importante, que me tengan en cuenta, valorada”.
Contestación no violenta de María:
“Cuando os envío un WhatsApp y no me contestáis (descripción aséptica del hecho) me siento triste, frustrada, porque me siento ignorada (dice lo que siente). Me gustaría que me tuvierais más en cuenta, me valorarais más, y mostrarais más respeto” (plantea claramente sus necesidades).
Esto que Rosenberg lo aplica a la comunicación no violenta, también lo podemos aplicar a cualquier situación de la vida. Así, no es que estoy triste, me siento culpable o estoy ansioso, etc. por el acontecimiento externo (separación, muerte de un ser querido, un examen, etc.) eso es el estímulo. La causa de mi tristeza, culpabilidad o ansiedad es cómo cada persona se siente ante el acontecimiento externo. Por esto, la solución nunca estará en cambiar el estímulo (a veces es metafísicamente imposible) sino cambiar nuestra actitud). Tres aspectos, pues, de la comunicación no violenta: observar, sentir y expresar la necesidad.
Alejandro Rocamora
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