“¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe? ¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo? Ninguna persona es una isla, la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por […]

Convivir y conmorir, en redes de relaciones
Contenido exclusivo para usuarios registrados
Debes iniciar sesión para ver el contenido completo de este artículo.