Análisis en clave humanizadora del texto «Sembradores de Esperanza» de la Conferencia Episcopal:
El documento no permanece ajeno al debate social sobre la eutanasia y el suicidio asistido. Y entra en el mismo una vez, que como se ha visto en los anteriores blogs, que ha dejado bastante claro el alcance de la atención al final de la vida con los medios disponibles.
Inicia el tema conceptualizando el tema y para ello recurre a los documentos de la OMS (Organización Mundial de las Salud), como la encíclica Evangelium Vitae de S. Juan Pablo II.
Debate social sobre la eutanasia y el suicidio asistido
El documento de la OMS que señala que se trata de la provocación intencionada de la muerte, es decir un modo de homicidio, que se da en el contexto de una enfermedad y normalmente por compasión. En tanto que el documento papal lo sitúa en el nivel de las intenciones o métodos empleados. De manera que no existe eutanasia si no hay voluntad de provocar la muerte.
Se recoge en el documento las distintas modalidades de eutanasia (pasiva, activa), ambas formas tienen la misma finalidad aunque sean diferentes los mecanismos. Por ello el documento rechaza expresiones ambiguas como “dejar morir al paciente” que puede tener un doble significado, bien que la medicina ya no posibilita la curación, quedando acciones tendentes al cuidado, controlando síntomas o dejar de administrar procedimientos útiles de los que todavía se dispone, para que el paciente muera (35)
El documento considera éticamente ilícita la eutanasia y el suicidio asistido, porque supone eliminar una vida (bien en sí misma) para tratar síntomas o manifestaciones que, en casi todos los casos, se pueden controlar con los medios que dispone la medicina. Entiende, además, que la realización de estos actos, tiene implicaciones morales para quien los realiza, de manera que su conciencia no queda impune ante los mismos, pudiendo entrar en una pendiente en la que casos aislados puedan ser repetidos, ofuscando una auténtica sensibilidad ética.
Igualmente estas acciones socaban la relación sanitario (más concretamente médico) / paciente. Puede dañar uno de los pilares en los que se fundamenta esta relación, la confianza, incluso, considera el documento aunque el médico informe con detalle de su postura, pues esta información puede ser interpretada como una manifestación de rectitud, o como un intento de allanar el camino para practicarla.
A la luz de las experiencias en otros países, se considera que estas prácticas dañan tanto a la familia del enfermo, donde surgen tensiones, inseguridad, confrontación y miedo, cuando se decide por el enfermo, como al propio ejercicio de la medicina. Porque como indica el documento: “…La eutanasia no ofrece ni calidad de vida ni calidad de muerte. Por este motivo, la introducción de la eutanasia desnaturaliza la medicina.” …“La medicina no puede renunciar a su finalidad y ceder a una compasión mal entendida; más aún hoy, cuando las posibilidades de alivio son inmensas.”
Certeramente el documento expone los riesgos de aceptar estas acciones para casos extremos. Así es factible que estos casos extremos den paso a otros, menos dramáticos, entrado en la conocida pendiente resbaladiza, de manera que “la psicología del médico y del personal sanitario, siempre compasivos con sus enfermos, termina considerando la eutanasia como lo más adecuado para algunos pacientes, aunque no la soliciten”.
El documento también indica algunos peligros de la legalización, así expone que algunas familias especialmente vulnerables, pueden considerar este procedimiento como una liberación de una responsabilidad que no saben cómo afrontar si no reciben la ayuda que necesitan. Incluso podrían rebajarse los requerimientos administrativos y burocráticos, al considerarse un lastre.
Expone, como ejemplo de lo anteriormente expuesto, el caso holandés, en el que la evolución histórica muestra cómo algunos de los estrictos requisitos inicialmente propuestos se han abierto a situaciones más amplias y, por tanto, con menos control, llegando incluso a situaciones de eutanasia no voluntaria como en las siguientes situaciones: “por baja calidad de vida, para facilitar la situación de la familia, para acortar el sufrimiento del paciente, para poner fin a un espectáculo insoportable para médicos y enfermeras o por necesidad de camas para otros enfermos.”
Daños a la sociedad
Estos hechos ha llevado a algunos colectivos a considerar la utilidad social de sus vidas, de manera que si es factible prescindir de las mismas es porque carecen de utilidad social, como expuso un grupo de discapacitados en el Parlamento Holandés: ««Sentimos que nuestras vidas están amenazadas. Nos damos cuenta de que suponemos un gasto muy grande para la comunidad. Mucha gente piensa que somos inútiles. Nos damos cuenta a menudo de que se nos intenta convencer para que deseemos la muerte. Nos resulta peligroso y aterrador pensar que la nueva legislación médica pueda incluir la eutanasia»».
Concluye esta parte indicando que “La eutanasia y el suicidio asistido dañan a toda la sociedad …ya que el ser humano es un ser constitutivamente relacional llamado a la comunión. Plantear la eutanasia a voluntad significa que estas relaciones pierden su valor y la vida social queda herida y debilitada: se atenúan los vínculos constitutivos de la sociedad que, de este modo, irremediablemente se deshumaniza.»
Francisco Javier Rivas Flores
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