En los últimos años, en contextos de formación para humanizar la asistencia sanitaria, en espacios de formación para la relación, se insiste mucho en la importancia de la escucha activa, como traducción práctica de la actitud empática. En una sociedad de perversión alexitímica, de no poco analfabetismo emocional y espiritual, ¿qué será de la palabra? En tiempos de fe ilimitada en el poder de la gestión de la información en salud y de millenials ya profesionales, en la era no ya tecnológica, sino de la nanociencia y nanodimensión, ¿qué futuro le espera a la palabra en salud? En la sociedad del homo videns, que todo lo quiere en imagen o pequeña cápsula visual, ¿dónde queda el diálogo?
La palabra en la salud
Nos humanizamos por la palabra con la que creamos o destruimos, con la que nombramos o eliminamos. Con la palabra nos encontramos en el diálogo.
La voz adecuada es un bálsamo lenitivo, medicina dulce que calma, embelesa y hace olvidar o recordar sanamente –según lo oportuno-, que insufla ánimo y vida en el cuerpo.
Las palabras elevan y hunden, construyen y destruyen. Con ellas se mueven los sentimientos, los corazones, las voluntades. Se pueden usar para formar o deformar, para informar, manipular o coaccionar. Las palabras refuerzan y hacen sentir al otro fuerte o aumentan la fragilidad y el sentimiento de vulnerabilidad. Las palabras acercan a las personas construyendo puentes o alejan construyendo muros y abismos. Las palabras pueden ser un canto que embelesa y estimula el corazón o pueden provocar consecuencias devastadoras o acciones terapéuticas.
Con las palabras acompañamos al otro en procesos de pacificación y perdón, o damos de comer al rencor y al resentimiento. Con poco arsenal, las palabras son un arma con inmenso poder.
En estos tiempos que corren, no prodigamos mucho respeto a la palabra. La maltratamos en los mensajes cortos, la sintetizamos en los titulares consumiendo flujo de información.
Cuidemos cada expresión
Vivimos bajo el severo riesgo de que la palabra sea vehículo de la no verdad en la época de las fake news o noticias falsas, bulos de contenido pseudo-periodístico difundidos a través de portales y redes.
Para que la palabra dé fruto, no hay que contentarse solo con purificar la motivación de quien la usa, pronunciarla en el momento adecuado, dar con la más oportuna para aliviar, engrasar, confrontar… sino también hay que escucharla, acariciarla con respeto. A la palabra hay que acogerla con disposición a dejar que se haga fecunda.
Humanizar pasa por educar a usar correctamente la palabra. La formación en counselling y relación de ayuda, puede contribuir a recorrer este camino complementario al de aprender a escuchar.
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