En busca de la felicidad
“Un maestro llevó globos a su escuela y le regaló uno a cada alumno. Después ordenó que anotasen sus nombres en su globo, los dejaran en el pasillo al abandonar el aula. Una vez afuera, les dijo: «Tienen 5 minutos para que cada uno encuentre el globo que lleva su nombre». Los alumnos entraron y buscaron, pero se acabaron los 5 minutos y nadie había podido encontrar el suyo.
El maestro les dijo ahora: «Tomen cualquier globo y entréguenselo al dueño del nombre que lleva anotado». En apenas un par de minutos todos los alumnos ya tenían el suyo en la mano.
Finalmente, dijo el maestro: «Chicos, los globos son como la felicidad. Nadie la va a encontrar buscando la suya solamente. En cambio, si cada uno se preocupa por la del otro, encuentra rápido la que le pertenece».
Hace unos días pensando qué mandar a este blog de Humanizar me encontré con este bello cuento. Es cierto que cuando persigo mi felicidad difícilmente la encuentro pues en ocasiones tengo que oprimir a otro para conseguirla o aislarme para no me hagan daño o simplemente me siento tan solo que difícilmente me puedo sentir satisfecho.
Una de las verdades de nuestra existencia es que necesitamos al otro para seguir viviendo. Si no fuera así moriríamos a las pocas horas de nacer; el bebé necesita a los padres para subsistir, pero no solamente en la dimensión biológica sino también en la dimensión psicológica. Por esto el amor y la seguridad constituyen los dos carriles por los que debe discurrir nuestra vida, sin ellos el tren de nuestra existencia descarrilaría.
Pensar en el otro (“en el globo del otro”) es una forma de encontrarse con uno mismo. Es en el espejo de los demás cómo, a veces, nos encontramos con nosotros mismos.
Autotrascendencia contra el narcisismo
Viktor Frankl lo señala como la capacidad de “autotrascendencia” de todo ser humano. Es una forma de salir de uno mismo para poner la mirada en el otro o una obra a realizar, y de esta forma, concluye, encontraremos el sentido y consecuentemente nos autorrealizaremos y conseguiremos la felicidad. Esta es, pues, una consecuencia de salir de uno mismo y encontrarse con el otro. El narcisismo, mirarse a uno mismo, nos lleva a la autodestrucción, y la solidaridad nos conduce al bienestar.
Esta realidad es más evidente en la adversidad (muerte, enfermedad, paro, etc.). En esas circunstancias el otro es imprescindible para constituir un “nosotros” fuerte y acogedor, que nos posibilite una elaboración sana del conflicto. Por esto, uno de los puntos dolorosos de esta pandemia es que hay que vivir la adversidad, cualquier adversidad, sin la compañía, ni el abrazo del otro. La muerte es más muerte, la enfermedad es más trágica y el paro es más agobiante, por poner solamente tres ejemplos.
Lévinas (2000) filósofo del siglo pasado, cambia el “yo cerrado” (ego cartesiano) por un “yo abierto”. En sus reflexiones llega a afirmar la primacía del “otro”, pues si nadie nos nombra no existimos. Por esto concluye que podemos sustituir el “pienso luego existo” (Descartes) por el “soy amado, soy nombrado, luego soy”. Desde esta perspectiva la relación y cuidado del otro, toma una significación específica: ¡estamos favoreciendo su existencia y nuestra existencia!
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