Decía Confucio: “mientras el sabio mira a la luna, el necio mira al dedo”. En nuestra vida cotidiana, con cierta frecuencia, tenemos la opción de ser “sabio” o “necio”. Una de esas circunstancias es ante la adversidad.
La adversidad (enfermedad mortal, paro, ruptura sentimental, muerte, sufrimiento ineludible, culpa, etc.) es una de esas circunstancias de la vida que podemos demostrar si somos “sabios” o “necios”. La adversidad se manifiesta cuando se produce un cambio no deseado en nuestra existencia, que supone un “antes” y un “después”. Toda adversidad, pues, puede ser un camino hacia una situación mas sana, pero también puede convertirse en un pozo de angustia y desesperación. Toda adversidad puede ser puente hacia nuevos horizontes, o abismo hacia la angustia. Todo va a depender de la actitud que tomemos hacia ella.
La adversidad es como un jeroglífico, y a veces, la podemos comparar con un laberinto. Es decir, debemos trascender las circunstancias concretas y buscar, como en el jeroglífico, el significado y sentido de lo que nos está ocurriendo. También, como la adversidad es un laberinto de emociones (tristeza, rabia, desesperanza, etc.) debemos buscar un guía (terapeuta) que nos ayude a encontrar la salida y lograr la paz.
Ante la adversidad, “el necio” se queda clavado en la situación concreta, en el sufrimiento insoportable y en quedarse sumergido en el pensamiento de “la mala suerte”, lo desgraciado que es, lo mal que le trata la vida, y un rosario de quejas y más quejas. Es una mirada invadida por la angustia y empobrecedora de la realidad. Si así actuamos todas las puertas de salida se cierran y solamente resta sufrir y sufrir. Es una mirada miope que solamente ve lo concreto de la realidad y que paraliza cualquier otra alternativa.
Sin embargo, el “sabio”, es el que sabe mirar mas allá de las circunstancias concretas, el que acepta el hecho doloroso, pero lo trasciende buscando otras alternativas o simplemente no se queda quejándose de la mala suerte o maldiciendo a los demás, o incluso a Dios. Ese “sabio” tiene una mirada humanizadora ante su adversidad.
Esta mirada humanizadora, integradora y autocompasiva trasciende el hecho concreto adverso y no se centra solamente en el por qué se ha producido, sino mas bien busca un para qué que de sentido a su sufrimiento. Eso es mirar a la luna y no al dedo. Es ser sabio y no necio. Por esto mi recomendación ante la adversidad es : mira a la luna.