A menudo se habla de la soledad del enfermo ya sea en el ámbito hospitalario o en su domicilio, sin embargo no se hace de la que sienten los profesionales sanitarios en ciertas ocasiones. Médicos y residentes, pero también enfermeras, celadores e incluso conductores de ambulancias, que deben tomar una decisión vital para el paciente en cuestión de segundos y no hay más compañeros ni tiempo para del debate ético.
Cuando uno piensa en el mundo sanitario, por lo general se hace teniendo en mente el mundo hospitalario, y se ve un espacio lleno de personas, con trabajo conjunto, y es difícil apreciar soledad en este mundo, es más en la mayoría de los casos las decisiones se toman por consenso, bien en sesión clínica o tras consulta con otros compañeros. Sin embargo el profesional puede sentirse solo en no pocas ocasiones. Esta es un experiencia que relatan en muchas ocasiones los residentes, que en las guardias tienen que tomar decisiones sin poder consultar con sus adjuntos, a pesar de la labor de supervisión que tienen que ejercer sobre profesionales todavía en formación, afortunadamente estas actitudes van desapareciendo.
Sin embargo todos los profesionales han tenido momentos de soledad en su actuación. Tomar decisiones en situación de incertidumbre sin más apoyo que su bagaje de conocimientos, y en ocasiones con la premura del caso clínico y de la presión del paciente, la familia o los allegados, es una situación no infrecuente. Decisiones a tomar en momentos intempestivos de guardia con la nocturnidad como principal compañero. Seguramente la actuación ha sido, técnicamente, la más correcta en función del caso y de las circunstancias y posibilidades reales. Son momentos, donde además la ética de la actuación cobra un papel importante. ¿La decisión será la correcta?, ¿he podido disponer de todos los elementos para la adecuada toma de decisiones en función de los valores de la persona?. Estas preguntas solo se pueden responder desde la reflexión y soledad del sanitario, por ello es importante tener un adecuado fondo de autoexploración y de reconocimiento personal sobre la manera en la que se toman las decisiones.
Epicrisis
Considero importante que, tras el acto de toma de decisión, se pueda llevar a cabo un proceso de reflexión, en solitario, sobre cómo se ha llevado a cabo, cuáles han sido los fundamentos para la toma de decisiones, qué consecuencias no previstas se han producido, ¿se han podido tener en cuenta todos los factores que intervienen?
Es un proceso denominado epicrisis que corresponde con el análisis o juicio crítico de un caso clínico, una vez completado.
Este proceso que ha formado parte del canon de la Historia Clínica, se ha ido perdiendo, bien por las presiones asistenciales o por la desidia de ponerse a reflexionar. Pero debería seguir formando parte de nuestro proceso asistencial, fomentando un momento de soledad constructiva que permita el crecimiento como profesional, pero sobre todo como compromiso por la mejora de la calidad asistencial al considerar todos los aspectos que han intervenido en la toma de decisiones.
La soledad en Atención Primaria
Hay otro ámbito de la atención sanitaria en el que la soledad del profesional es más acuciante, el de la Atención Primaria. Los profesionales en este ámbito tienen que tomar decisiones en la mayoría de los casos en soledad, bien porque se encuentran en el domicilio del paciente donde no hay otros profesionales o bien en el ámbito rural.
Decisiones muchas veces de suficiente entidad, para los medios disponibles, como puede ser el traslado a centro sanitario o la posibilidad de mantener una atención más continuada en el domicilio. ¿Cómo se vive esta situación?, el comentario general es la angustia y la incertidumbre. Y cada vez más, el miedo, porque se está generando un sentimiento de un derecho al acceso indiscriminado a algunos procesos sanitarios, que cuando se deniegan generan agresividad que se expresa contra el sanitario.
Pero quizás el caso más dramático es el vivido en los meses pasados en relación con la pandemia COVID, y que se mantendrá durante algún tiempo.
Los profesionales de Atención Primaria han sufrido la soledad en la toma de decisiones relacionadas con la pandemia, la impotencia de poder derivar a ancianos a hospitales para ser tratados, la impotencia de explicar lo inexplicable ante el paciente o la familia y tratarlo con los medios a su alcance, habitualmente escasos para la situación del paciente.
La soledad de los profesionales de los centros residenciales de ancianos, con imposibilidad para poder atender adecuadamente porque las residencias no están preparadas para este tipo de atención, de corte más hospitalario. Si bien es cierto que, en muchos casos, se han visto apoyados por los geriatras de los hospitales de zona, pero la soledad ha sido una constante.
Sanitarios contra la soledad
El panorama presentado, con tintes bastante oscuros, también ha sido un acicate para una actuación más humanitaria tanto en los hospitales como en las residencias o domicilios.
Porque el hecho de que los enfermos, ancianos, no pudieran contar con la compañía de sus seres queridos ha llevado a que muchos sanitarios, sobre todo del mundo de la enfermería y de los cuidados auxiliares, de sacerdotes y equipos de pastoral y también médicos suplan esta carencia afectiva, estando al lado, tomando la mano y dando calor, fomentando las conversaciones mediante tablets o teléfonos móviles con sus familiares.
En un entorno de atención donde se desdibuja el rostro por los EPIs que todos los sanitarios debían portar, los sanitarios, sensibles ante este déficit, han procurado dar señas de identidad mediante fotos en sus equipos de trabajo, dibujando sonrisas en sus mascarillas, es decir recuperando señas de identidad que faciliten la personalización que dé sentido al acompañamiento de personas.
Es esta sensibilidad personal la que puede ayudar a superar la soledad. Es esta sensibilidad la que lleva al orgullo de ser sanitario.
Un relato recogido de Twitter, enfermero que entra de turno y el compañero/a que le da el relevo le espeta: “menudo marrón te he dejado, el de la cama X, se está muriendo” y el que entra, con paz y serenidad responde: “pues no sabes la suerte que tengo, conozco a fulanito desde hace tiempo, le vengo cuidando desde que ingresó la primera vez, y, para mí, es una suerte poder acompañarle en este momento, y más cuando no permitimos que la familia se acerque para acompañar en este trance”.
Esto es humanizar, esto es entender una soledad compartida y constructiva.
Deja un comentario