Esto es lo que circula por los medios… y ahora también en cierta literatura: un cóctel de conceptos en torno a la empatía. A favor y, ahora también en contra. Es el caso del libro titulado “Contra la empatía”, de reciente aparición, del psicólogo norteamericano Paul Bloom.
La necesidad de aquilatar el concepto y usar con mayor precisión una palabra que, en el fondo, puede considerarse polisémica, es cada vez mayor. Hace años ya me empeñé en publicar aquel otro libro –actual, para mí- titulado “empatía terapéutica”, poniendo un adjetivo al sustantivo, aclarando el concepto y relacionándolo con la compasión..
Cuando en el año 2012 publiqué el libro “Empatía terapéutica”, yo estaba preocupado porque la socialización del concepto podría estar dando paso no solo a la polisemia, sino también a la confusión, evocando con la palabra “cualquier tipo de connotación positiva en las relaciones”.
Pues bien, hoy pude suceder también, si seguimos la tesis de Bloom, lo contrario, que la palabra empatía evoque una respuesta emocional que nos hace esclavos, injustos, instintivos, vengativos, violentos…
Esta es la tesis del confuso libro con subtítulo: “Argumentos para una compasión racional”.
Las tesis contra la empatía parten de un concepto concreto que vienen a demostrar el problema del bosque conceptual al que asistimos.
En efecto, está alineado con Adam Smith, filósofo escocés del siglo XVIII, cuyo primer y conocido libro es Teoría de los sentimientos morales. La amistad con el filósofo David Hume también fue influyente. Para Smith, como para mucha gente de hoy, la empatía es un instinto y una respuesta emocional, excluyente de la conocida “empatía racional” y de los procesos de deliberación prudente del ser humano. Bloom declara a Smith su aliado en la cruzada contra la empatía.
Crítica al libro “Contra la empatía”
Cabe preguntarse, naturalmente, cómo se puede escribir un libro sobre la empatía, particularmente para “estar en contra”, según la motivación del autor y el mismo título, y no citar siquiera a Carl Rogers y sus discípulos en el mundo del counselling. Esto nos hace pensar que, efectivamente estamos ante una ensalada de conceptos popularizados, sacados de los contextos más genuinos y de estudios rigurosos, como los que realizan los autores que presentan la empatía con su dimensión no solo emocional, sino también cognitiva y conductual.
El mismo Paul Bloom dice que le interesa la empatía “como el acto de sentir lo que se cree sienten las otras personas, experimentar lo que ellos experimentan”, en el sentido –dice él- que utiliza la mayoría de los psicólogos y filósofos”. En otro sentido más amplio, en el que se incluye la “empatía cognitiva”, dice no estar en desacuerdo. Por más que la critica, también dice: “Lo que deberíamos hacer, entonces, es colocarla en el lugar apropiado. No propongo estar en contra de la empatía, sino en contra de la mala aplicación de la empatía. O reconocer que la empatía no lo es todo. O que empatía más razón es una gran combinación. La empatía es como el colesterol, hay bueno y malo”.
En suma, yo habría preferido un título como el subtítulo: “argumentos para una compasión racional”, obviando el título “Contra la empatía” que, por morboso, atrae la atención. Presenta algunos límites de la empatía, obviamente, pero partiendo de una ensalada de conceptos manejados sin precisión y sin considerar las más actuales investigaciones sobre la naturaleza de esta actitud (no sentimiento), con su aspecto cognitivo, afectivo-emocional y conductual, como pude mostrar en mi libro “Empatía terapéutica. La compasión del sanador herido”.
José Carlos Bermejo
(Ilustración de Javi Prat para la Revista HUMANIZAR)
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