Ilustración: Javi Prat para Revista HUMANIZAR
Cuídate. Es una de las palabras más usadas en estas últimas décadas al despedirse, además de ser una exhortación frecuente en las relaciones de compañerismo. Refleja un buen deseo de bienestar, de equilibrio, de atención saludable a uno mismo, de no excederse en una vida hiperactiva y no descuidarse sin conciencia…
Pero puede reflejar también el nacimiento de un aspecto cultural nuevo que deje de lado la dimensión solidaria, el altruismo, el sacrificio por los demás y desembocar en una autocomplacencia superficial apoyada en pseudopropuestas de autoestima más egocéntrica que saludable. Necesitamos buscar el equilibrio.
Llevamos quizás unos 30 años de insistencia en foros diferentes, sobre todo de rasgo psicológico, sobre el tema de la autoestima. Se insiste en cuánto la baja autoestima pueda ser causa de problemas sociales y personales, así como en la oportunidad de cultivar buenas dosis de autoestima para vivir sano y feliz, satisfecho con uno mismo.
LOS RIESGOS DE LA AUTOCOMPLACENCIA
Una superficial autocomplacencia puede instalarse en los discursos sobre autopercepción y autocuidado. Podemos olfatear un bienestar emocional hasta encontrar el rico maná de la autocomplacencia que se convierte en droga que mata la conciencia de la propia vulnerabilidad y el ejercicio de la humildad, así como la cultura del esfuerzo.
El genuino autocuidado no tiene que ver con la autocomplacencia sino con la autopreservación y el equilibrio en el manejo de los propios pensamientos, sentimientos y conductas, como también en la gestión del tiempo con uno mismo y con los demás. Aprender a decir que no para ser asertivos (uno de los significados más espontáneamente evocados) no puede ser el camino del desentendimiento con el mal ajeno y la oportunidad de llevar una vida de cuidado al prójimo.
Algunos estudios actuales, a nivel sociológico, muestran que el choque de la falsa autoestima con la dura realidad suele producir lo que se quería evitar: crisis de autoestima. La experiencia dice que la autoestima no se desarrolla por la vía del elogio continuo o de la tolerancia casi total. Ni tampoco por la vía de la exigencia y reproche a figuras de autoridad, de las que decimos estar esperando refuerzos, necesarios para nuestra autoestima y motivación.
LA VERDADERA AUTOESTIMA
La verdadera autoestima se alimenta con la satisfacción que produce alcanzar nuevas metas por uno mismo, se nutre por la conciencia de una vida regalada no solo al autocuidado, sino al cuidado de los demás, no solo a la autosatifacción, a la arrogancia y a la vanidad, sino también al altruismo, el comportamiento prosocial y el esfuerzo de la renuncia a uno mismo para el bien del otro.
Cuídate, sí. Pero también cuídame, cuídale, déjate cuidar, cuidémonos.
José Carlos Bermejo
Ilustración: Javi Prat para Revista HUMANIZAR
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