Hacer ejercicio, comer bien, dormir lo necesario, no beber mucho, no fumar… Los profesionales sanitarios son conscientes de la importancia y los beneficios de cuidarse físicamente, pero no siempre llevan la teoría a la práctica. De hecho, un 53 % no sigue las mismas pautas que recomienda a sus pacientes. La falta de tiempo es el motivo principal.
A Gerard Lagomazzini (34 años) siempre le ha gustado hacer deporte. Le funciona para relajarse y desconectar. Como enfermero del Hospital del Mar de Barcelona, no siempre le resulta fácil sacar tiempo, pero hace todo lo que puede por ir a la piscina, practicar senderismo o entrenar cardio. Además, no fuma, presta atención a la alimentación y procura dormir entre siete y ocho horas diarias. Cuidar su cuerpo, dice, le permite llevar mejor su día a día, estar más capacitado en su trabajo y sigue siendo lo que mejor le va mentalmente. “Me da mis momentos, mi espacio y mi tiempo”, cuenta.
El caso de Gerard, sin embargo, no es tan habitual en el sector de la salud. Una tesis de la Universidad de Valladolid (UVa) analizó en 2020 la actividad física entre los profesionales sanitarios de la provincia y observó que, aunque más del 90 % de los médicos encuestados reconocía la importancia del ejercicio físico y se lo aconsejaba a sus pacientes, el 53 % no lo practicaba. La razón: no tenían tiempo.
“Son más los que no realizan ningún tipo de ejercicio que los que sí. Las jornadas laborales, las guardias, la sobrecarga de trabajo y las responsabilidades familiares y domésticas impiden en muchos casos poder tener un tiempo de desconexión, deporte o ejercicio”, señala Gerard. Otra de sus compañeras de hospital, la técnica en cuidados auxiliares de enfermería Cristina Pérez (43 años), coincide en que salir del trabajo y pegarse dos horas en el gimnasio no siempre es posible, sobre todo a medida que se cumplen años y aumentan las obligaciones: “La gente más joven es más capaz de tener una rutina de deporte, pero el resto prioriza otras cosas. Al final, si necesitas hacer la compra, ir a buscar a los niños al cole y cuidar de algún familiar, dejas aparcado el ejercicio”.
Cuerpo y mente, siempre de la mano
Aun así, el dato de los sanitarios que se ejercitan es mayor que el porcentaje de adultos que cumple con la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de al menos dos horas y media a la semana de actividad física moderada. Según un reciente estudio del organismo, el 31 % de adultos no llegaba a ese nivel y, en el caso de las mujeres, la media bajaba cinco puntos porcentuales, algo que lleva pasando desde el año 2000 y que está muy relacionado con las obligaciones dentro y fuera de casa.
Y esto pese a todos los beneficios reconocidos que la actividad física regular tiene para el cuerpo y la mente. Tanto si se practica de forma moderada como intensa, en los adultos ayuda a prevenir y controlar enfermedades no transmisibles como las cardiovasculopatías, el cáncer y la diabetes; favorece la salud cerebral y el bienestar general; y reduce los síntomas de la depresión y la ansiedad. También del estrés laboral y el síndrome del trabajador quemado (burnout), que, según datos del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), padecen uno de cada cuatro médicos en España.
Para Onur Özdemir (37 años), médico radiólogo en el Hospital Sant Joan de Déu de Martorell (Barcelona), la clave está en disfrutar de los ratos de ocio: “Pasar a gusto el tiempo que no estás trabajando baja el estrés y el burnout, y eso repercute no solo en la salud mental, sino también en la física. Ambas están estrechamente relacionadas”. Reconoce que, en general, las y los médicos dan más importancia a la salud mental porque su trabajo no es tan físico como el de enfermeros, enfermeras, celadores o auxiliares, pero que, dada la conexión entre una y otra, llevar un estilo de vida saludable es fundamental. “Cuando el cuerpo está sano, normalmente la mente también lo está”, explica.
Distintas generaciones, distintos hábitos
Dar ejemplo es otro de los motivos que tienen los profesionales de la salud para preocuparse de su bienestar corporal. Al fin y al cabo, las recomendaciones sanitarias tienen más peso cuando quien las da, las practica. “No es lo mismo decir ‘no fumes’ siendo fumador que no siéndolo. No es lo mismo tener los conocimientos que aplicarlos. Hay que enseñar con el ejemplo”, afirma Cristina Pérez.
Es por eso mismo que a Laura Rodríguez (25 años), enfermera en el hospital noruego de Tromsø desde hace tres años, le chirría ver a algunos de sus compañeros y compañeras fumando o consumiendo snus, un derivado del tabaco muy popular en los países escandinavos que se coloca debajo del labio superior hasta ser absorbido por el torrente sanguíneo. Pese a ello, cada vez son menos los profesionales sanitarios que fuman. En España, según datos de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) y el antiguo Insalud, en 1998 lo hacía el 40 %. En 2014, el 11,7 %. La imagen del médico fumando en la entrada del ambulatorio u hospital no ha desaparecido del todo, pero poco a poco va quedando en el pasado.
Y es que el cuidado del cuerpo parece ir ganando adeptos entre los profesionales, sobre todo entre los más jóvenes. Así lo percibe Rodríguez: “Mis compañeras de más edad son conscientes de la importancia de los hábitos sanos, pero no noto que se cuiden mucho. Piensan que es suficiente con lo que andamos en el hospital. En cambio, las más jóvenes hacen ejercicio y están pendientes de la alimentación. Cuidarse es difícil cuando trabajas a turnos, haces guardias y encima tienes familia y un sinfín de responsabilidades, pero no imposible si te planificas y lo integras a tu rutina”.
Laura Sanz-Cruzado, periodista
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