Esta vez no me pongo trascendente y escribo cielo con minúscula. Sí, eso que tenemos encima de nuestras cabezas; es donde se forman las nubes, los arco iris y las gotas frías. Bueno, en realidad eso es la atmósfera, y yo quiero llegar un poco más allá, por donde se mueven los astros y que en las noches despejadas adquiere una vida singular…
José De Lucas
El cielo existe, y me tengo que poner no ya romántico, como parece que correspondería, sino triste, apenado.
Dice la Biblia, concretamente dice Dios a Job: “¿Anudas tú los lazos de las Pléyades, o desatas las cuerdas de Orión? ¿Haces aparecer una constelación a su tiempo, y conduces la Osa con sus crías?”[1]
Y un rato antes también Dios con Abrahán: “Lo llevó fuera, y le dijo: Ahora mira al cielo y cuenta las estrellas, si te es posible contarlas. Y le dijo: Así será tu descendencia.”[2]
¿De dónde viene mi preocupación? Sencillo. ¿Cuántos de nuestros hijos, de nuestros nietos, se han deleitado con Orión, han localizado las Pléyades, se han orientado con la Osa? ¿Cuántos pueden ver un día cualquiera la Vía Láctea?
MILLONES Y MILLONES DE ESTRELLAS…
En cuanto a Abrahán, ¿por cuánto andaría ahora su descendencia? Sabemos, sí, por internet, que sólo en nuestra galaxia hay unos 200.000 millones de estrellas, y que en el Universo puede haber otros cientos de miles de millones de galaxias, cada una con sus millones de estrellas.
Pero desde nuestras ciudades, ay, sólo podemos ver en una noche despejada unas pocas luminarias sueltas, sin formar ningún dibujo, ninguna constelación completa (pregúntale a un niño, ¿qué es una constelación, has visto alguna?); y además alguna de las luces más brillantes ni siquiera será una estrella, sino un planeta cercano.
Antes de que se hiciese “viral” lo del cambio climático, ya estábamos perdiendo buena parte de nuestra riqueza con la iluminación desmesurada de las ciudades, no porque ésta no sea necesaria para la seguridad y la convivencia, sino porque creciendo sin medida y sin criterio, oculta también la visión del cielo y de sus astros a muchos kilómetros de distancia.
No es sólo el CO2 y el NO de las ciudades lo que nos mata; la contaminación lumínica nos ha quitado ya un mucho de lo que fue nuestra manera de ser. No es nuestra supervivencia lo que nos jugamos con ello, pero sí una parte importante de nuestra cultura y de nuestras posibilidades de disfrute.
APUNTANDO LAS LUCES HACIA ABAJO
Afortunadamente hay reacción, y seria y organizada. Se van haciendo leyes[3] y reglamentos[4] para que las ciudades y los pueblos y los particulares apunten sus luces artificiales hacia abajo y sean de componentes que contaminen lo menos posible la visión del cielo.
Y Fundaciones[5] proclamando “la defensa del cielo nocturno y el derecho a la luz de las estrellas”. Y de su mano, la declaración certificada de lugares como Destino Turístico astronómico[6], un añadido más a algunos enclaves de Turismo Rural, desde donde contemplar libremente y en toda su pureza el pasar de los astros.
Pero no todo está hecho ni encarrilado, y nuevas amenazas aparecen sobre nuestras cabezas. Ya hay muchos satélites artificiales a unos centenares o miles de kilómetros sobre nuestro suelo. De momento, además de ser útiles para las comunicaciones, la meteorología o la investigación, nos proporcionan de vez en cuando un aliciente en la contemplación del cielo: ver desplazarse una lucecita majestuosa en la noche, y saber que allí en la Estación Espacial Internacional,[7] van personas haciendo su oficio para nosotros.
Pero la caja de los vientos ya se ha abierto. Los proyectos de nuevos satélites artificiales para las nuevas comunicaciones, los cuentan por miles, y van ya saliendo hacia el espacio. De varios países, de instituciones, de empresas privadas.
LAS ESTRELLAS DE VERDAD
No es catastrofismo, puesto que se ocupan de ello revistas y organizaciones de prestigio[8]; en pocos años, seguiremos sin apenas ver estrellas de las de verdad, pero sí veremos por centenares[9], luces móviles que, eso sí, se encargarán de que el localizador de nuestro coche funcione al milímetro y que nuestros móviles tengan toda la cobertura y todas las funciones que se nos ocurra pedirles.
Váyase lo uno por lo otro. O no. Digámoslo al menos.
Yo desearía poder seguir cantándote con el Dúo Dinámico, como hace cincuenta años, aunque pueda sonar blandengue, aquello de “Eres una estrella azul”[10]. Y que los dos sepamos de qué estamos hablando.
[1] Job 38.31-32
[2] Génesis 15.5
[3] https://www.canarias7.es/ciencia-tecnologia/astronomia/la-ley-del-cielo-cumple-30-anos-HD5599595
[4] https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-2008-18634
[5] https://www.fundacionstarlight.org/
[6] https://www.turismoestelar.com/
[7] http://www.estacionespacial.com/pasos.php
[8] https://www.globalastronomia.com/
[9] https://www.elconfidencial.com/tecnologia/2019-11-11/spacex-satelites-starlink-espacio-astronomos_2331516/
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