La famosa fábula de Tomás de Iriarte “Los dos conejos” dice poco más o menos esto: “Había una vez un conejo que corría desesperado por una pradera. Otro conejo le sale al paso y le pregunta: ¿por qué corres así?, y le contesta: dos galgos me persiguen. Pero el segundo conejo mirando hacia atrás afirma: no son galgos son podencos. Se entretienen en una estéril discusión sobre la naturaleza de los perseguidores, hasta que los perros los alcanzan y los devoran”.
Es evidente que en esa situación que plantea Tomás Iriarte lo fundamental para los conejos no era saber si eran galgos o podencos, sino superar ese conflicto. Por esto, en la vida cotidiana, y sobre todo en tiempos de adversidad, los seres humanos, como los dos conejos, deberíamos discernir lo accesorio, de lo fundamental, lo valioso de lo sin valor, y, sobre todo, no dejarnos invadir por las especulaciones que no nos conducen a ninguna parte.
Un caso ilustrativo de esta realidad es, por ejemplo, plantearse el origen de la COVID-19. ¿Surgió en un laboratorio o fue consecuencia de la mordedura de un murciélago? Pregunta importante para el investigador sanitario, pero innecesaria para la persona que está postrado en una cama del hospital por la infección de este virus. Esta persona lo que desea es su curación, independiente del origen del virus.
Fuga de energías
Frecuentemente perdemos muchas energías pensando en el origen de nuestros problemas: ¿por qué mi jefe no me valora?, ¿por qué padezco esta depresión?, ¿por qué mi novio/a ha roto conmigo?, ¿por qué se ha suicidado mi hijo?, ¿por qué tengo cáncer? Preguntas que no tienen sencillas respuestas. Y si se nos ocurren algunas, ninguna de ellas mitiga nuestra angustia. Incluso, como en la fábula de Tomas Iriarte, podemos terminar “devorados” por la desesperanza, el miedo o la tristeza.
¿Qué me pide la vida?
Por tanto, la gran pregunta ante la adversidad no es por qué se ha producido sino el “para qué” me esta ocurrido esta enfermedad, esta ruptura, esta depresión, etc. En definitiva preguntarse ¿qué puedo hacer en esta situación?, y mejor, ¿qué me pide la vida en estas circunstancias? Si los conejos de la fábula de Iriarte hubieran hecho esto, habrían buscado una madriguera salvadora o habrían pedido ayuda, etc. y así podrían haber seguido vivos.
Esto es así, pues, el por qué siempre es necesario en las ciencias positivistas: busca las causas de la enfermedad, del problema, etc. Pero, en las ciencias humanistas, y en los problemas existenciales, lo importante no es que “sean galgos o podencos” (al fin son dos razas de perros) sino cómo puedo salir más “sano” de esa adversidad.
Alejandro Rocamora Bonilla, psiquiatra
(Imagen, Pixabay).