Algunos datos
Según algunos sociólogos, el envejecimiento poblacional provocará, por primera vez en la historia, que para el 2040 haya más ancianos que niños.
Algunos datos: la población mayor de 60 años de edad crece anualmente a un ritmo de 2,5% de edad. Más de 700 millones de personas en el mundo sobrepasan los 60 años. (población mundial actual 7.700 millones).
Según los expertos uno de los logros importantes del siglo XX ha sido los 25 años añadidos a la esperanza de vida. Hemos conseguido disminuir el efecto del deterioro somático, pero no el deterioro social y psicológico. La gran pregunta que surge es, se ha añadido años a la vida, pero ¿se ha sumado vida a los años?
La vejez
La existencia es un proceso con un largo o corto recorrido. Lo significativo, más que el recorrido, es cómo se vive. Eso sí, siempre es importante vivir cada momento con plenitud.
La vejez es sinónimo de “pérdida”: trabajo, salud, cónyuge, facultades físicas, etc. El anciano camina entre los fantasmas del pasado y la incógnita del futuro. Debe aprender adaptarse a su nueva situación, cada día mas rodeada por la muerte y la enfermedad. Todo ello puede conducir a un “vacío existencial”
Generalmente se señalan tres crisis asociadas al envejecimiento: una crisis de identidad, pues ha pasado de un rol de trabajador a jubilado y de ser independiente a ser dependiente; De ahí la segunda crisis: la pérdida de autonomía (no puede vivir solo, ni conducir, y en ocasiones ni salir a la calle, etc.). Y surge la tercera crisis: toma conciencia de su sentimiento de inutilidad. Y el anciano se hace la siguiente pregunta: ¿qué sentido tiene mi vida?
Simplificando mucho, la edad se puede vivir de dos maneras negativas: por exceso o por defecto. La primera presupone que tenemos cualidades de la que carecemos: así, el anciano que viste como un adolescente, actúa como un adolescente y desea realizar actividades deportivas como un adolescente; la segunda, el anciano que se centra exclusivamente en sus limitaciones (enfermedad, limitaciones físicas, dolores, etc.) convirtiéndose, sin quererlo, en una persona que solo piensa “en sus penas y dificultades”. En ambos supuestos, el anciano está abocados al fracaso, que se puede manifestar por la angustia o incluso por la desesperación. La solución está en “acomodar” sus objetivos a su edad y “asimilar” las deficiencias y sus posibilidades.
La vejez no es una enfermedad. Es un proceso biológico, psicológicosocial y espiritual que conlleva deterioro en alguna dimensión, pero también enriquecimiento en otra: sentido en la vida: sabiduría, experiencia, visión holística de la existencia, etc.
La vejez es un período, que por todas esas circunstancias que la rodean (deterioro físico, social y psicológico) es propensa a un vacío existencial, que puede conllevar la perdida de sentido. ¿Para qué seguir viviendo? Se preguntaba una mujer de 90 años incapacitada para andar, con inicio de demencia y viviendo en una residencia desde hacía tres años.
La vejez: deterioro y plenitud
Desde el análisis existencial la vejez se la contempla no solo como una etapa de deterioro, sino también se centra en las posibilidades y en su capacidad de plenitud. Es, pues, también una época para recoger los frutos pasados y/o recomponer y “curar” algunas heridas del tiempo pretérito. Es, pues, la etapa de la reconciliación y del perdón (a los otros y a uno mismo). Y esto no es una misión fácil, pues, hay que hacerlo en una sociedad que supervalora lo joven, la productividad, la salud o la potencia sexual, características de las que carece el anciano.
Así, pues, el envejecimiento no se debe considerar solo como un proceso hacia el deterioro y la muerte, sino también como un proceso continuo de crecimiento. En la vejez no debemos centrarnos tanto en las deficiencias sino en las posibilidades que todavía se tiene. Una de la cara positiva de la vejez es que se tiene la posibilidad de saborear la historia personal, lo que se ha vivido, recomponer lo que se pueda restaurar (vínculos, etc.) y disfrutar de lo que aún se pueda disfrutar: el amor de la familia, el respeto de los otros, o el reconocimiento de lo que se ha hecho, etc.
Concluyo con un pensamiento de V. Frankl (1995)[1]:
“Lo importante no es que uno sea joven o viejo; no importa la edad que se tenga; lo decisivo es la cuestión de si su tiempo y su conciencia tienen un objeto al que esa persona se entrega, y si ella misma tiene la sensación, a pesar de su edad, de vivir una existencia valiosa y digna de ser vivida; en una palabra, si es capaz de realizarse interiormente, tenga la edad que tenga. Da igual que la actividad que debe dar contenido y un sentido a la existencia humana esté retribuida o no; desde el punto de vista psicológico, lo más importante y decisivo es que esa actividad despierte en el hombre, aunque este sea ya anciano, la sensación de existir para algo o para alguien”.
[1] Frankl, V. (1995). La psicoterapia al alcance de todos. Barcelona: Herder. p.61
Alejandro Rocamora