Desnudarse un poco más
Releyendo “La salud y sus determinantes”, en ese clásico libro que estudiábamos los médicos “El Piédrola”, de Medicina Preventiva y Salud Pública, me encuentro con este párrafo: “Igual que ocurre con la belleza o la felicidad, la salud es un abstracción mental, o mejor, como dice Bertrand Rusell, una construcción lógica”.
Y es que cada persona, sigue diciendo el texto, “tiene su propia percepción y vivencia personal de lo que es la salud, de acuerdo con lo que considera normal en función de los conceptos vigentes en los grupos sociales en los que vive inserto y de sus experiencias personales, todo ello muy modulado por factores culturales, socioeconómicos, religiosos, etc.”
Expertos en relación
El profesional de la Medicina, se encuentra ante una persona que explica unos síntomas a su modo y manera. Tiene unos aparatos para medir, y unos cuantos datos para afirmar qué es lo que sucede. Es sabido que el cómo reciba al paciente, cómo le escuche, cómo le explore o no, cómo realice el diagnóstico y ponga el tratamiento, será determinante para la adherencia, para la confianza, para el alivio, para la contribución al bienestar del enfermo. El cómo, va a ser tan importante como el qué. Cada día más, hay que ser expertos en la entrevista clínica.
Olvidamos a menudo la capacidad del médico de poner límites, de no contentar siempre, de confrontar, de hacer notar las dinámicas que entorpecen el mutuo entendimiento, de confesar que no sabe, de pedir confianza sin certezas, porque de siempre es sabido también que la Medicina no es exacta, y sin embargo sí que siempre pretende ayudar.
La pregunta por el ser, siempre ahí
Cada persona, decía el clásico Piédrola, (primera edición 1962) tiene su propia percepción y vivencia personal de la salud. Esto se transmite mucho en los cómo. Confía, intenta ser amigo, o bien exige y se enfada. A través de la importancia que da a lo que le pasa, se expresa. Minimiza y se ríe, o tiene miedo y dramatiza. De cualquiera de estas maneras está diciendo/pidiendo algo más.
Ahí está el encargado de gestionar pruebas, de explorar, de aportar su ciencia, su técnica y su sabiduría, o sea, el médico, tratando de interpretar, de llegar al fondo, de penetrar en los significados. La relación médico/enfermo no deja de ser una encuentro de dos mundos vivenciales, retados a comprenderse, a aceptarse, a aportar lo mejor de sí.
Para ser más humanos y humanizar, toca desnudarse un poco más. Estamos invitados a pensar: ¿quién soy yo tras la bata blanca? Y también: ¿quién soy yo, cuando estoy enfermo?
Rosa María Belda Moreno
(Imagen, Freepik)