Fue haciendo su camino y, ya escultor, la piedra, la madera y la resina, son en él instrumentos de alabanza.
Creador y criatura, más allá de la montaña (II)
Santiago Osácar Jiménez ha publicado numerosos artículos sobre Historia del Arte, Medioambiente, Ornitología, Teología y Filosofía en revistas especializadas y en Heraldo de Aragón. Guía turístico voluntario de la Soberana Orden de Malta en el Monasterio de Sijena. Primer premio internacional Príncipe de Asturias para jóvenes investigadores de la Naturaleza 1984.
Materia prima
¿En función de qué eliges tus materias primas? ¿Qué materiales trabajas?
Me especialicé en escultura en la facultad de Bellas Artes de Barcelona y más concretamente en piedra (el modelado y el vaciado se consideraban procedimientos previos o auxiliares comunes a otras técnicas escultóricas) de modo que cuando volví a Zaragoza busqué las piedras más accesibles de mi entorno: la piedra negra de Calatorao (una caliza que bien pulida parece mármol) la arenisca de Alcañiz y especialmente el alabastro de Fuentes de Ebro que es mi material favorito. Sin embargo he trabajado también la madera y, con ayuda de talleres auxiliares he fundido algunas piezas en bronce y he hecho algunas imágenes en serie de resina.
La piedra es físicamente más exigente y resulta problemática por los pesos que hay que manejar, lo que exige alquilar grúas u otra maquinaria, sin embargo es donde me siento más cómodo. No obstante en los últimos años estoy haciendo progresos con la talla en madera, con tilo, abedul, cedro… y creo que voy adquiriendo soltura.
De todas formas, lo más asequible para el cliente medio es adquirir piezas en resina hechas en serie a partir de un molde de silicona. Si ese molde se obtiene de un original tallado en madera las copias reproducen las vetas y la marca de la gubia y toda la apariencia de la madera, de modo que el resultado final es muy digno pese a no ser la resina un material noble.
Sus esculturas religiosas tienen cierto regusto y forma románica. ¿No están pasados de moda? ¿Qué quieres expresar?
Cuando tenía 7 u 8 años me gustaba mucho mirar las fotos de una enciclopedia de Historia del Arte que mis padres guardaban en la biblioteca del salón. Mi tomo favorito era el de escultura medieval y esta predilección no era fruto de unos estudios o resultado de un razonamiento; simplemente era así.
Después, al estudiar bellas artes en Barcelona pude comprobar que había bastantes convergencias entre el románico y ciertos escultores de la vanguardia (Moore, Brancusi, Barlach…) que, como los maestros medievales, no se habían sometido a las leyes de la proporción, la perspectiva o la anatomía, sino que, permaneciendo en la figuración, habían buscado ante todo la esencia de las cosas y habían priorizado la expresividad.
Por eso cuando tallé mis primeras obras religiosas me salió de forma natural y no premeditada ese estilo entre románico y cubista con el que luego he continuado.
Pero después de estos inicios “inocentes” sí he pensado mucho en cómo debería ser hoy el arte sacro. El arte cristiano se fundamenta en el hecho de la encarnación. Jesucristo es imagen de Dios invisible de modo que el que era absolutamente trascendente e irrepresentable en el Antiguo Testamento, ha tomado cuerpo, se puede palpar y ver y por tanto representar plásticamente a partir de Jesucristo.
¿Cómo representar la doble naturaleza de Cristo? La Iglesia ortodoxa reivindica el icono como único estilo adecuado. La Iglesia católica no se pronuncia en este sentido, pero es evidente que para expresar lo invisible del Dios visible que es Jesucristo, necesitamos una plástica que, sin dejar de ser figurativa, deje espacio para lo abstracto y lo simbólico. El arte románico tiene estas características; además resulta muy eficaz para la narración y para la catequesis. Pensemos cómo se ilustra El sueño de los magos en un solo capitel: Tres sujetos coronados están acostados en un mismo lecho mientras un ángel que vuela sobre ellos señala una estrella. ¿Es posible decir más con menos?
Después del arte medieval, cuando pintores y escultores comienzan a ser considerados “genios” parece que sean más importantes las emociones, sentimientos y pasiones del artista, que el contenido objetivo de la obra. Y con eso yo no estoy de acuerdo. Si yo esculpo a Cristo, lo importante es transmitir y explicar quién es Cristo. Al lado de eso quién soy yo o qué pueda sentir es absolutamente irrelevante. Es más, yo no resulto más interesante que cualquier otra persona. ¿Para qué o por qué hablar de mí mismo? De modo que lo que yo quiero expresar (por responder a la pregunta) es lo que expresa la Iglesia, lo que narra la Biblia, lo que celebra la liturgia… haciéndolo accesible al mundo de hoy, encarnándolo en nuestro momento histórico.
Humanizarse en Dios
¿Se siente un humanista en el sentido renacentista de la palabra?
Los libros de historia explican cómo la historia salió del oscurantismo supersticioso medieval para vivir un renacimiento que ponía al hombre en el centro del universo. Pero eso es falso. Precisamente poner a Dios en el centro es lo que potencia al ser humano en todas sus capacidades y dimensiones. El Siglo de Oro español es un ejemplo muy significativo de lo que quiero decir, alcanzando logros magníficos en todas las artes y realizando una portentosa tarea evangelizadora, civilizadora y humanizadora en el nuevo mundo como no se ha visto en toda la historia universal. Las reducciones jesuíticas pueden resultar un ejemplo muy significativo del humanismo con el que me siento identificado.
En cambio el humanismo de la Ilustración, que se fundamenta con arrogancia en la razón autónoma, está en el origen de las principales atrocidades de los dos últimos siglos, que fueron inauguradas con el baño de sangre de la Revolución francesa y las guerras napoleónicas. En España todo esto precipitó las guerras carlistas y en definitiva la guerra civil cuyas consecuencias todavía hoy nos afligen… Me resulta escandaloso que este periodo de la historia (la Ilustración y el liberalismo) se estudie en los colegios como algo netamente positivo para la humanidad.
¿Dios creó al mundo a su imagen y semejanza? ¿Producto de un big-bang casual?
La Biblia no dice que Dios creara el mundo a su imagen y semejanza. Eso solo lo dice del ser humano. “Vio Dios cuanto había hecho y era todo muy bueno”. Muy “bello” si aceptamos la doble acepción del término Kalos que usa la Biblia griega. En la belleza de la creación se percibe la impronta de Dios del mismo modo que en una obra de arte se adivina la personalidad del artista. Pero en el ser humano, además, tenemos un “icono” de Dios. El ser humano, siendo parte de la creación, es cualitativamente distinto y superior a cualquier otra criatura. Es como un pequeño dios que posee en su razón la capacidad de comprender el plan de Dios y en su corazón el anhelo de que ese plan se cumpla. Por eso el ser humano continúa con su trabajo el proyecto de la creación que comenzó a hacerse visible y tangible con el big-bang
Y en cuanto a lo del big-bang… ¿por qué dices que es casual? Dios creó el mundo mediante el big-bang, o, mejor dicho, el big-bang es la manifestación científicamente verificable del comienzo del plan de Dios que culminará con lo que llamamos el Reino de los cielos.
Es un error metodológico el decir que, según la ciencia, todo sucedió por azar; la ciencia no estudia el por qué o el para qué de las cosas… eso le corresponde a la metafísica. Así que, si hablamos de azar ya no estamos haciendo ciencia. El azar no es una categoría científica. El big-bang no excluye un propósito en la formación del universo, más bien lo exige. Pero no se lo exige a la física, sino a la metafísica.
Ciertamente el cientificismo más cerril considera que lo que no es científicamente demostrable no existe. Pero no es científicamente demostrable que solo sea real lo científicamente demostrable.
También resulta sorprendente la arrogancia irracional de lo que se ha dado en llamar “pensamiento crítico”. Consistiría en sospechar de todo aquello que no puedo verificar con mi razón. Pues yo sospecho del pensamiento crítico. Es más, sospecho que hay realidades mucho más grandes y hermosas y complejas de lo que yo puedo abarcar con mi razón. ¡Qué pequeño, aburrido, mezquino y pobre sería el mundo si solo existiera aquello que puedo comprender! De modo que utilizo el pensamiento crítico para poner bajo sospecha al mismo pensamiento crítico.
El creador creado
¿Selección natural y supervivencia del que más puede?
La Iglesia católica lleva años afirmando que “no hay incompatibilidad entre Darwin y la Biblia” (lo ratificó el Consejo Pontificio para la Cultura en 2008).
¿Por qué seguimos haciendo un problema de esto? Seguramente porque no hemos entendido ni a Darwin ni a la Biblia.
Cuando Darwin acuña el término de selección natural quiere mostrar la similitud de lo que pasa en la naturaleza con el modo en el que los criadores de palomas o de perros seleccionan a individuos de unas características determinadas para que se apareen y se vayan determinando los cánones de una raza conforme a un proyecto preestablecido. En la naturaleza aquellos individuos que poseen unas mutaciones genéticas que supongan una cierta ventaja para desenvolverse y sobrevivir con más éxito en un medio concreto, son los que se reproducen en ese medio y así se va configurando una especie con esas características ventajosas. Por eso hay una especie de ciervo pequeño y ágil, a la que llamamos corzo, que vive en las espesuras de los bosques; y hay otra especie de ciervo con las pezuñas muy anchas, a la que llamamos reno, que vive en la nieve; y otra más, de gran tamaño y potente cornamenta, a la que llamamos alce, capaz de enfrentarse a los lobos en campo abierto…
¿No es todo esto fascinante? ¿A qué tipo de religiosidad mezquina le suponen un problema cuestiones tan maravillosas? Que el universo tenga un logos interno, que haya unas leyes de la naturaleza y el hecho mismo de que nosotros podamos conocerlas, todo eso nos ayuda a pensar en la existencia de Dios. Aunque claro, esto ya queda fuera del ámbito de la ciencia, que solo se ocupa de lo que es científicamente verificable. La ciencia no puede decir si Dios existe o no por la sencilla razón de que la ciencia solo estudia el mundo físico y no el espiritual.
¿Para qué creó el Hacedor a las criaturas?
La cuestión no es tanto el para qué como el por qué. Dios crea por amor… es como un artista que crea, no porque tenga necesidad de hacerlo, sino porque es creativo, porque el amor se expresa creativamente. El para qué viene después en nuestra comprensión: El proyecto de la creación, que se puso en marcha con el comienzo del tiempo, culminará con lo que llamamos el Reino de los cielos, de modo que todas las cosas se encaminan hacia ese designio de plenitud que en Cristo resucitado ya se ha anticipado. El Reino de los cielos es este mismo mundo nuestro, pero tal y como Dios lo soñó cuando puso en marcha el proyecto de la creación.
¿Por qué fueron expulsados hembra y varón del paraíso terrenal? ¿Entró entonces el sufrimiento en el plan divino?
Todo esto sale muy bien explicado en la Biblia, pero como la Biblia lo expresa con un lenguaje poético y los occidentales hemos priorizado el lenguaje científico despreciando la poesía y la sabiduría contenida en los relatos mitológicos, ya no entendemos estas cosas que los pueblos de mentalidad “primitiva” entienden perfectamente… pero a las personas mayores hay que explicárselo todo; no entienden los dibujos de boas abiertas y boas cerradas…
¡En fin, paciencia con este cerrilismo cientificista, alicorto y obtuso!
El sufrimiento no está planeado por Dios. No aparece en los “planos” de la creación. El sufrimiento es la consecuencia de que el ser humano quisiera ser como Dios y decidir él mismo sobre el bien y sobre el mal, cuando solo es un albañil empleado por Dios en la gran obra de la creación. Cuando el ser humano aparece en el mundo, el mundo ya tiene sus reglas (la ciencia del bien y del mal); querer poner otras es absurdo y llevaría a la destrucción y al colapso de todo, como podemos ver con cuestiones como el cambio climático, por ejemplo.
Mª Pilar Martínez Barca