Titulo con el principio de una copla de Antonio Machado, quien estuvo en esta ciudad varios años como profesor en el instituto, y en ella vivió un apasionado romance (platónico) con la aristócrata madrileña Pilar de Valderrama, “Guiomar” para los amantes, y ahora también nombre de la estación del AVE. (Recomendable leer “Sí, soy Guiomar”, si no está descatalogado).
Sobre la construcción del Acueducto hay varias versiones, cada una apoyada en las reglas y datos de diferentes disciplinas intelectuales.
Dominadores romanos
Para los historiadores, su datación oscila entre finales del siglo I y principios del II de nuestra era. Los dominadores romanos utilizarían para su construcción la mano de obra, de grado o más bien por fuerza, de los indígenas segovianos; nunca se habla de éstos y siempre de sus jefes.
Bueno. Pero entrando en un debate al que nadie me ha llamado, digo yo que si en algunos ambientes se pide la demolición de la Cruz de los Caídos por ser una obra de un régimen dictatorial, el Acueducto fue realizado no ya por un régimen sino por un imperio imperialista; así que o demolemos todo (toda la obra de los romanos en Hispania) o no demolemos nada. Mi voto es por que no toquemos nada, que dentro de dos mil años nos lo agradecerán.
El Diablo atareado
La segunda versión es la de los creadores de leyendas y mitos, y es bien conocida porque es la más popular:
Una joven segoviana vivía agobiada porque cada día tenía que acarrear personalmente el agua hasta su casa en la parte alta de la ciudad. Y el diablo, que siempre está atento a sacar tajada de las necesidades de los humanos, ofreció a la muchacha resolverle el problema para siempre, pero con la condición de que al morir debería entregar su alma al maligno.
La chica, por aquello de vestir un poco el trato, le exigió la condición de que la obra fuese realizada en el plazo de una noche.
Y un anochecer se puso el diablo a la tarea, piedra va, piedra viene, piedra viene, piedra viene… Pero el constructor no debía de tener bien calculada la duración de la oscuridad en esa época del año (hay que decir que Alfonso X el Sabio no había estado todavía en el Alcázar -1256- construyendo sus Tablas Astronómicas), y ocurrió que el primer rayo de Sol de la mañana dio sobre el Acueducto cuando aún faltaba por colocar una última piedra.
Así que el pacto no se cumplió, el Acueducto quedó tal como ahora lo vemos, y la muchacha se supone que al morir dio su alma a los ángeles y no al diablo, si es que en los años que le quedasen de vida no cometiese ningún pecado mayor que pactar con el maligno, que de eso no dicen nada las crónicas y vete tú a saber.
Tercera versión
La tercera versión de la construcción de esta obra pública es más moderna, y cuenta con el apoyo de… únicamente yo, aunque no descarto ir recibiendo futuras adhesiones.
Mi relato es sencillo. En el lugar que nos ocupa había una montaña. Y el jefe de los romanos aposentados en el campamento, aplicando una lógica propia de las filosofías que luego han alimentado nuestras culturas, se dijo: ”-¿Para qué queremos ahí una montaña si lo que necesitamos es un Acueducto?”
Así que puso manos a la obra a los contratistas de la mano de obra, y quitaron de la montaña las piedras que sobraban hasta que quedó el Acueducto que hoy disfrutamos. La idea no es disparatada porque al fin y al cabo eso es lo que hacen los escultores con los bloques de mármol, quitar lo que sobra hasta que aparece una Venus o un Adonis.
Como dije, cada una de las tres versiones se produce dentro de un paradigma intelectual diferente, y podría decirse que las tres son compatibles, pues en esta vida casi siempre las cosas son según el punto de vista o el color con que se miran.
El maestro de aguas
Hay otro misterio en todo esto pero que creo que, éste sí, tiene más fácil interpretación. En la Segovia actual no existen restos de ciudad romana: ni arco de triunfo, ni termas, ni circo; nada. Cabe pensar entonces que nunca hubo allí una ciudad, sino un simple campamento militar dentro de la estrategia de conquista, avance y ocupación del invasor. Entonces, ¿para qué una tan grandiosa toma de aguas?
Se puede pensar que el capitoste romano, para asegurar el suministro a sus soldados, le dijese al contratista de servicios (éste muy posiblemente segoviano viejo): “-Como no se sabe cuánto tiempo vamos a estar aquí, prepáranos algo para el suministro de agua, pero nada complicado, algo provisional”. Y el maestro de obras se puso a la tarea y la concluyó, que a veces lo provisional hecho con profesionalidad, es lo que más dura.
Lo que está fuera de toda especulación, porque ocurrió hace apenas un par de años, y está documentado en los medios locales e incluso internacionales, es una calurosa polémica.
El selfie de la discordia
El ayuntamiento decidió colocar en lo alto de la calle de San Juan, en unos de los lugares con mayor visibilidad sobre el Acueducto, una no muy grande estatua de un diablo haciéndose un selfie con el monumento al fondo. Asociaciones de feligreses vieron amenazadas sus creencias, argumentando que con ello se estaba dando un cierto culto al diablo. Recogida de firmas, y presentación de las mismas incluso ante el juez, quien, con buen criterio para mi gusto, dijo que no había lugar.
El diablo sigue allí con su teléfono; este verano me hice un selfie sobre su selfie (reselfie deberá nombrarse este neologismo), y desde entonces no me han ocurrido más maleficios que los estadísticamente previsibles para mi edad y la de mis seres queridos.
Termino con la copla con la que empecé, lo único verdaderamente importante de este artículo, hasta el punto de que podrías haber obviado leer el resto:
“El Acueducto romano,
-canta una voz de mi tierra-,
y el querer que nos tenemos,
chiquilla, ¡vaya firmeza!”
Pues eso.
(Imagen, cortesía de El Encanto de la Villa)
José de Lucas