Hoy se habla en foros donde se comparte la pasión por humanizar, de inteligencia compasiva, de fatiga por compasión, de satisfacción por compasión, del precio de la compasión… Y se han creado diferentes instrumentos de medición para poder detectar la intensidad de la presencia de estas variables en diferentes colectivos profesionales. Un buen camino de humanización.
La compasión es más que un sentimiento fundado en bases mucho más físico-psicológicas que las relativas a la piedad, a la misericordia y a la ternura, entendidas desde el punto de vista psicológico y espiritual. La compasión es la atracción inevitable de la fragilidad, la debilidad y el sufrimiento ajeno, que hace a la persona partícipe de la necesidad de com-padecer. Es una vulnerabilidad que impulsa a arriesgar y hasta perder, por el otro, los propios intereses. Es un movimiento de participación en la experiencia del necesitado, con el cual se establece una estrecha solidaridad y una obligación consiguiente de asistencia.
«SUFRIR JUNTOS»…
La compasión (del latín cumpassio, traducción del vocablo griego (sympathia), es una palabra compuesta que significa “sufrir juntos”. Más intensa que la empatía, en principio, la compasión describe el entendimiento del estado emocional de otro, y es con frecuencia combinada con un deseo que se traduce en verdadero compromiso por aliviar o reducir su sufrimiento. El budismo ha hecho de este sentimiento su actitud espiritual propia. La tradición cristiana la ha promovido y promueve en clave de solidaridad multiforme.
La compasión se ha asociado popularmente a un sentimiento pasivo de lástima o pena ante la desgracia que nos produce el dolor de otro. Sin embargo, la solidaridad, como positiva actitud de generosidad y cuidado de los demás, resulta psicológicamente incomprensible sin el motivo de la compasión.
José Carlos Bermejo
Fotografía Tim Marshall para Unsplash
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