Hace años que monté una estantería de IKEA para la habitación de uno de mis hijos. Y después de “sudar la gota gorda” y pasar por momentos de frustración, agobio, sensación de inutilidad, conseguí que no me sobrara ninguna pieza y que la estantería se mantuviera en pie.
Hoy se me antoja pensar que la vida, nuestra vida, es como un mueble de IKEA, con todas las piezas, ni una más pero tampoco ni una menos. Todas, aunque parezca imposible, tienen su sitio y su función. Así, los diversos acontecimiento (piezas) buenos y malos, felices e infelices, esperables e inesperables… tienen su finalidad. Es necesario estar atentos, pues, para encontrar el sentido a cada una de esas vivencias, pero a veces, no podremos solos y será preciso la ayuda de un familiar, un amigo o un experto. Una de las grandes diferencias, no obstante, es que el mueble de IKEA se acompaña con un manual de instrucciones, y la vida, nuestra vida, carece del mismo. Por esto “montar” nuestra vida es más difícil, pero también el proceso es más creativo y más libre.
El fenómeno IKEA surge en Suecia por los años cuarenta del siglo pasado con dos ideas fundamentales: la funcionalidad del mueble (el que se pueda trasladar fácilmente) y que se pueda montar por el propio comprador. Su lema podría ser: “móntatelo tú mismo”. Es evidente que subyace una valoración intrínseca de todo ser humano para estos menesteres.
Nuestras vidas también tienen esa característica: cada uno de nosotros somos sujetos pacientes y agentes de nuestra existencia. Siempre podremos construir nuestra vida con los elementos o piezas que tengamos: capacidad psicológica y social, bienestar corporal, etc. Aquí podremos decir, que no importa tanto las “mimbres” de que dispongamos, cuanto del cesto que sepamos crear. Todo este proceso tampoco está exento de desconfianza, la sensación de inutilidad o el sentimiento de que nos faltan piezas para ser felices.
El gran mensaje de IKEA es que todos tenemos capacidad de instalar un mueble (algunos con pocas dificultades y otros con mucha) cuando tenemos todas las piezas, un manual de instrucciones y una pizca de paciencia; hoy mi mensaje, querido lector, es que todos podemos construir nuestra propia vida con las capacidades que tengamos, aunque no tengamos las instrucciones para llegar al final, pero esto nos posibilita ser más libres y creativos.
Por Alejandro Rocamora, psiquiatra
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