¿Qué es la espiritualidad? ¿Tiene algo que ver con la salud? Y el género, ¿es algo a tener en cuenta en la mirada espiritual? Son interrogantes que laten en las personas que trabajamos en la salud y queremos realizar abordajes integrales y multidimensionales. La vida plena es vida buena en cuanto a saludable y virtuosa.
Los valores son ideas a las que nos adscribimos emocionalmente. Iluminan el camino de la vida a modo de faros que orientan, que ayudan a discernir. La dimensión existencial-espiritual habla de los valores. Esas “posibilidades apropiables” a las que se refiere Zubiri. Los valores se transmiten por “contacto”, es decir, en el encuentro con otros seres humanos. Los aprehendemos (captamos). Nos los enseñan. Es después que cada persona hace suyos los valores, los elige como guías de la conducta.
Valores elegidos
Forman parte de la vida espiritual, son traducción de unas creencias. Son, un continuo ir y venir del interior a la vida, ya que solo la práctica los hace verdad. Hemos de “profesar” los valores.
No es suficiente con eso. Libertad, integridad, generosidad, respeto, solidaridad… exigen una práctica continua. Y así, se convierten en virtud. Hoy necesitamos personas virtuosas, que sean en sí la expresión de la perseverancia en… en aquel valor que es “estrella” de sus vidas.
Profesionales virtuosos
En relación a la salud, constatamos que cada vez más, los profesionales de la salud se hacen eco de los valores y creencias de las personas atendidas. Se refleja en la historia clínica. Son elementos fundamentales en la toma de decisiones, especialmente en los momentos críticos. Salud y valores, tímidamente, comienzan a conectarse de manera más explícita (siempre han estado presentes).
Igualmente, está en alza la práctica de los valores en la profesión sanitaria. La regeneración de la atención sanitaria tiene que ver con la dimensión valórica, con profesionales virtuosos. El engranaje en el que se desarrolla precisa de personas comprometidas con el bien común y con la preocupación solidaria por las personas que sufren.
Mirada a la diversidad
La especificidad de la mirada de género en este asunto, tiene que ver con la diversidad. Con la mirada que detecta sesgos y trata de sacarlos a la luz sin dejarse atrapar por ellos. Como la discriminación que sufre la persona mayor, que por el hecho de serlo, se expone a recibir un trato desigual. O lo que ocurre en la consulta frente al inmigrante que no habla bien el idioma y tiene un color de piel menos común.
La mirada perspicaz reconoce que detrás de una enferma fibromiálgica (llena de dolor) hay elementos no nombrados, tal vez relacionados con la sensibilidad específica de un cuerpo-psique-espíritu extremadamente delicado. Es decir, hay interconexión en el ser. Y hay afecciones y enfermedades más frecuentes en una mujer que en un hombre. Hay manifestaciones del dolor diferentes en un hombre y en una mujer.
Atención sanitaria: reto existencial y espiritual
Si atendemos teniendo en cuenta la variable “género”, nos damos cuenta que “género” es un “cartel” que esconde prejuicios. Lo hemos construido para catalogar. Y desde esa etiqueta, juzgamos y diagnosticamos. Los seres humanos hemos aprendido a “sentir” el dolor de las maneras que se nos ha permitido. Eres mujer, así sufres. Eres hombre, sufres de otra manera. Eres lo que tú quieras ser, y entonces, todo es desconocimiento y alarma.
Llegados a este punto, la dimensión existencial-espiritual está reclamando algo más. Desde los valores del respeto y la aceptación incondicional, desde la coherencia y la humildad, desde la equidad y el amor, se abren nuevas maneras de atender, diagnosticar y tratar. El ser humano se despliega, y tú y yo, somos testigos privilegiados.
Rosa María Belda Moreno. Médica y counsellor
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