Entrevistamos a Estanislao Nistal-Villan, virólogo y profesor de microbiología de la Universidad CEU San Pablo. Licenciado en Bioquímica por la Universidad de Salamanca. Doctor por la Escuela de Medicina Mount Sinai (Nueva York). Se incorporó al laboratorio del doctor García-Sastre, Departamento de Microbiología (2001). En 2010 comenzó sus estudios postdoctorales en el CIMA (Centro de Investigación Médica Aplicada) de Pamplona, desarrollando modelos basados en la regulación del IFN –ciertas proteínas que detectan un virus–. Desde 2015 dirige el laboratorio de Virología e Inmunidad Innata en la Universidad CEU San Pablo de Madrid.
Origen del patógeno
–Lleva trabajando en esto desde joven. ¿Nunca se había visto nada así?
–No he visto nunca nada semejante a esto, aunque si he visto brotes pandémicos, cuatro en lo que vamos de siglo, que serían: el SARS en el año 2003, la gripe del año 2009, el MERS en el año 2013 y ahora el SARS-CoV-2. Y bueno, aunque yo no lo he vivido en primera persona, en casa cuando era pequeño, mi abuela primero, y mi madre más tarde, nos recordaban mucho la gripe de 1918 y como en unos pocos días se murieron las dos hermanas de mi abuela y a los pocos días su padre. En casa, siempre ha habido una gran sensibilidad hacia el tema de la gripe en particular y por ende el tema de las infecciones.
–¿Conoceremos algún día su origen?
–Va a ser difícil. Conocer el animal exacto del que pudo producirse la primera transmisión, la zoonosis animal-humano, requiere que aislemos el SARS-CoV-2 de ese animal, o un virus con una homología muy muy alta. A no ser que ese virus siga circulando en ese animal de origen y logremos dar con él, no sabremos con exactitud lo que ha podido ocurrir. A esto se añade la cada vez más probable posibilidad de que el virus llevaba un tiempo circulando antes del brote de Wuhan en China en diciembre del 2019. Por la comparación de las secuencias de los virus que se han aislado y secuenciado, el origen de la pandemia parece tener lugar en esa región, y secuencias de aislados de virus posteriores han ido divergiendo. La política de control de la información desde China ha levantado muchas suspicacias. Estoy convencido que llevan desde el inicio tratando de esclarecer lo que ha pasado. Tratar de conocer el animal reservorio del virus no es un asunto menor ya que, si no conocemos ese animal y en ese animal sigue propagándose el virus, en el futuro podrían aparecer cepas o nuevas variantes del virus que puedan generar algún problema. Además, sin tener a ese animal, nunca se van a cerrar las conjeturas de otros posibles orígenes alternativos del virus. Es muy importante conocer los virus que afectan a animales con potencial zoonótico para poder prever para poder prevenir futuras pandemias.
–Ante las primeras noticias, ¿cómo reaccionó?
–Las primeras noticias que nos llegaron de China fueron muy alarmantes. A pesar de que los casos parecían muchos, unos miles, sí los vemos en perspectiva eran muy poquitos en comparación con lo que hemos visto aquí en España, o en Europa o en el resto del mundo. Sin embargo, hubo una cosa que me preocupó mucho, y es el hecho de que el que no fuera un virus altamente patogénico, que fuera de fácil transmisión, aparentemente aérea, implicaba un riesgo muy alto y una propagación muy rápida, como realmente ocurrió al final. En este sentido pues reaccioné tratando de hacer notar esto a mis compañeros, y traté, allí donde pude concienciar de la importancia de que la baja patogenicidad no está necesariamente ligada a la alta peligrosidad desde un ángulo pandémico y lo que realmente se ha visto es que aunque la incidencia de COVID grave y de muertes tienen números bajos, cuando lo escalamos a nivel mundial, el número de afectados graves y de fallecidos es muy alto, además de afectar a las relaciones sociales, a la economía y la libertad en definitiva.
–¿Cómo pudo transmitirse a tanta velocidad?
–Es muy probable que el virus llevara circulando unos cuantas semanas o unos cuántos meses antes del brote conocido de Wuhan, el hecho de que el brote fuera tan repentino y tan grande da una idea de que probablemente la enfermedad llevaba tiempo sin diagnosticarse correctamente. Por otro lado, el SARS-CoV-2 es un virus cuya transmisión es principalmente aérea, un medio que facilita una propagación veloz. La gran mayoría de las personas que se infectan son asintomáticas, o con síntomas leves. Debieron de existir muchos contagios entonces, cuando aún no se había alertado del virus. Las personas contagiadas no eran conscientes de que podían estar transmitiendo el virus para aislarse. Existen muchas situaciones en las que podemos además trasmitir el virus a muchas personas a la vez. Además, al tratarse de un virus nuevo para los humanos y con capacidad patogénica, la inmunidad en las personas expuestas al virus cuenta con menos armas que cuando ya previamente se ha expuesto a ese virus, o a un virus parecido. La barrera que pueda ejercer el sistema inmune de una persona con defensas frente al virus es evadida más fácilmente por el virus y contribuye a una mayor propagación.
Una pasión innata
–¿De dónde su pasión por la virología y la búsqueda de la respuesta inmune?
–Como he indicado anteriormente cuando era pequeño mi abuela me hablaba de la gripe de 1918 y de los problemas que causó a la familia. Desde entonces, el tema de los virus, y cómo funcionan siempre me llamó mucho la atención. Durante los años de instituto, tuve magníficos profesores de biología que supieron transmitirme la belleza en la complejidad de la biología y en concreto de la biología celular y su dependencia de la bioquímica. En la carrera descubrí lo que supone la inmunología, que mezclada con la biología celular y la bioquímica podía explicar muchas cosas de por qué y cómo los seres vivos sobreviven y por qué mueren. Pensé que lo que mejor que podía hacer al terminar la carrera era tratar de aprender más sobre alguna de esas ramas del saber, y que además podía ser útil si me especializaba en alguna de ellas o en varias.
Por una serie de casualidades tuve la suerte de poder comenzar a trabajar y más tarde realizar mi tesis doctoral en el laboratorio del doctor Adolfo García Sastre en el Departamento de Microbiología en el Hospital Monte Sinaí de Nueva York. En su laboratorio aprendí los entresijos que relacionan la bioquímica, la biología celular, las infecciones causadas por el virus de la gripe y la respuesta inmune frente a los mismos. Además, en el laboratorio se estaba participando en el estudio más avanzado de la historia para desentrañar por qué el virus de la gripe de 1918 había sido tan mortífero. Junto con lo que se iba conociendo sobre la patogenicidad del virus, me pareció esclarecedor que no todo en la enfermedad es el virus, sino también cómo nos comportamos frente al mismo y eso es precisamente lo que determina que la respuesta inmune sea beneficiosa, o en algunos casos perjudicial como es en el caso de los pacientes con COVID grave. En el Departamento además de la gripe se trabajaba con otros virus, como el virus Ebola, distintos herpesvirus y paramixovirus con potencial pandémico o con potencial vacunal. Aunque fueron años de mucho trabajo y esfuerzo, el acceso diario a aprender cosas nuevas que iban encajando unas con otras como un puzle, fue algo muy grato desde el punto de vista intelectual.
¿Buena gestión?
–¿Buena gestión de la pandemia?
–Gestionar una pandemia como la que hemos tenido es una tarea bastante difícil sobre todo al principio en la que no se conocían muchas de las cosas que hemos sabido después. Una vez se conocen ciertas cosas, es también un problema poner de acuerdo a personas que tienen distintos intereses, o distintas visiones sobre la pandemia. Además, tenemos que añadirle todo el problema socioeconómico que viene asociado y la dificultad de algunos grupos sociales o de algunos trabajadores de sobrevivir en las circunstancias que se les imponen. Por desgracia, de por medio han quedado miles de muertos y muchos traumas familiares. Ojalá todo esto sirva para gestionar mejor una pandemia de cara al futuro. Tenemos que plantear un sistema de Salud Pública que tenga unos protocolos que no estaban puestos a punto. No nos podemos olvidar de que a pesar de los avances en el conocimiento, como humanos y como sociedad seguimos igual de expuestos a pandemias como las del cólera en el siglo XIX o la gripe de 1918.
–¿Estamos concienciados los ciudadanos?
–Un porcentaje muy alto de la población está concienciado de que está en cada uno la responsabilidad de prevenir la infección de otros. Hay personas que por el hecho de no sufrir, o tener un menor riesgo a la hora de padecer la COVID, tienen una menor sensibilidad, o una menor percepción del riesgo de transmitir el virus a otras personas más vulnerables. Durante la pandemia se ha criticado mucho a la juventud, pero deberíamos de ser conscientes que muchos de ellos han sido ejemplares, los niños han sido un modelo de respeto a las personas mayores, tratando de en todo momento estar pendientes de ellos protegiéndose y protegiendo a los demás. Algunas personas no son conscientes del riesgo, o están ya resignadas y se la juegan. Este es quizá el principal riesgo, que, aunque tú no lo sufras, alguien a quien infectes puede tener un mayor riesgo.
–¿Invertimos suficiente en investigación? ¿Comercializaremos vacunas propias?
–Por desgracia, y lo hemos vivido en carne propia, no. Nuestras estructuras de gestión de la investigación no tienen la capacidad de poder reaccionar con la velocidad que lo han hecho otros organismos en otros países. En España, con la excepción de algunos centros, la investigación se entiende como una figura principalmente académica. La investigación básica es imprescindible, pero debe de estar ligada también a la generación de conocimiento con fines sociales, de desarrollo empresarial, de generación de empleo y de puesta en valor en definitiva del conocimiento. La investigación en España, es algo quijotesco, atado a la burocracia que no entiende del valor de las cosas que se hacen. No se prima suficientemente la productividad con valor añadido y si la necesidad de fiscalizar ante todo, de medir la productividad mediante cánones rígidos que en muchos casos no están suficientemente actualizados. Hoy en día, para ser competitivos hay que tener una financiación ágil, ser buenos y estar al día. Con las estructuras actuales esto es imposible y si se pierde el tren, es difícil volver a pillarlo. El fomento de becas a la investigación es muy deficiente y lo que es más triste aún, a las personas formadas no se las sabe poner en valor.
Va a ser complicado que las vacunas que se están desarrollando en España lleguen a comercializarse para las campañas de vacunación en marcha. Puede que tengan un espacio para comercializarse en otros países, o que sirvan de vacunas de refuerzo en caso de necesitarse en años venideros. Son vacunas que pueden tener propiedades interesantes que no tienen las vacunas que se están administrando. El desarrollo de estas vacunas por otro lado nos tiene que servir para tener los engranajes necesarios de cara a la generación de nuevas vacunas de cara al futuro.
Pilar Martínez Barca
Foto: Universidad CEU San Pablo
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