Derrocha creatividad. ¿Un humanista y místico trasnochado? ¿O un profeta? Santiago Osácar Jiménez, pintor, ilustrador y escultor con taller propio desde 1993. Expone regularmente y sus piezas de arte sacro pueden verse en numerosas iglesias españolas.
Trascenderse en el más acá
¿Deslinda el mundo trascendente del natural? Vírgenes y cristos, ángeles y santos, por un lado; pájaros y bestias, por otro.
En mi fuero interno no hay una separación, pero como quiera que utilizo lenguajes plásticos distintos (escultura para el arte sacro y acuarelas más realistas para la ilustración naturalista) muchas personas perciben con extrañeza que dedique mi arte a estas dos temáticas. Lo cierto es que a la hora de exponer la pintura naturalista no tengo problemas, es aceptada fácilmente en las salas de exposiciones… pero la escultura sacra es rechazada habitualmente, por el mero hecho de su temática religiosa. La última vez que me rechazaron en la CAI (que significa Caja de Ahorros de la Inmaculada) la encargada de negarme la sala me preguntaba desconcertada al ver mi buen oficio “pero… ¿por qué haces estas cosas?”. No he podido hacer una exposición de escultura desde 2013, cuando el ayuntamiento de Soria (socialista, por cierto) me concedió una de las dos salas de la Audiencia. Debo decir que en Zaragoza sí he recibido el apoyo de algunos párrocos que me han pedido que expusiera en sus templos.
De igual modo es muy frecuente que el católico medio mire con sospecha y suspicacia todo lo relacionado con la ecología, el medioambiente o el interés por la naturaleza como “cosas de rojos”…
¿Qué murales tuyos se hallan presentes en Centros de la Naturaleza?
La verdad es que he colaborado con mis dibujos en la mayoría de los centros de interpretación de la Red Natura 2000 del gobierno de Aragón. En algunos de ellos se me encargó la ejecución de pinturas de gran formato. Quizá me olvide de alguno pero sí recuerdo los de La Alfranca, Laguna de Sariñena, San Juan de la Peña, Valles Occidentales, Posets-Maladeta, Pinares de Rodeno y Agramonte en el Moncayo.
Algunas de estas pinturas están realizadas en paneles que luego se trasladaban a su emplazamiento definitivo pero otras están realizadas en situ. Eso me obligaba a vivir durante un mes en el centro de interpretación… cosa que me encantaba y que ciertamente echo de menos. Los murales de Agramonte y San Juan de la Peña los pinté en invierno, cuando están ya cerrados a los turistas y las carreteras se quedan cortadas por la nieve. Al ser parajes muy aislados se me pasaban varios días sin ver a nadie, en plena naturaleza, pintando y contemplando… también teniendo que buscarme la vida para resolver mil imprevistos causados por los temporales, las heladas o el simple hecho de estar habitando en un museo y no una vivienda convencional.
De todas estas aventuras y experiencias surge mi novela “Invierno bajo la estrella del Norte”.
Viaje interior con vistas
Como escritor, ¿qué ha querido plasmar en Invierno bajo la estrella del norte? ¿Un viaje interior con vistas?
Invierno bajo la estrella del Norte es la obra de la que estoy más satisfecho y a través de la que mejor se me puede conocer. Los amigos me dicen “¡Es Santiago Osácar en estado puro!”
Ya he comentado las circunstancias, sucesos y experiencias que me llevaron a escribirla. Pero lo que me preguntas es qué quise plasmar en este texto. La verdad es que comencé a teclear lo que después sería el primer capítulo sin ninguna pretensión, simplemente por el gusto de escribir, pero el hacerlo me hizo revivir la intensidad de aquellas vivencias y me hizo profundizar en el significado de todo lo que había sucedido en mi interior durante aquel mes de aislamiento en la montaña. Y no solo en mi interior, pues hay también muchas aventuras que se fueron sucediendo mientras iba avanzando en la ejecución de la pintura.
La novela tiene diferentes niveles de lectura.
Muchos disfrutarán con un relato autobiográfico de aventuras y de supervivencia en montaña en el que se intercalan las leyendas relativas al enclave de San Juan de la Peña, un entorno de una belleza salvaje y a menudo hostil, que tiene un gran protagonismo en el desarrollo de la novela.
Otros, además, percibirán el viaje espiritual o de transformación interior del artista que va narrando sus vivencias. En este sentido puede recordarnos a las “Cartas desde mi celda” de Bécquer, si bien estas han sido concebidas individualmente y mi novela es un relato unitario con un desarrollo que sigue el hilo de la progresión del mural y un desenlace que coincide con el final de su ejecución.
Por último hay una pequeña minoría que podrá descubrir el tercer nivel, el místico, que está tratado con mucha prudencia, incluso con pudor por ser algo muy íntimo y que la inmensa mayoría no llega a percibir. (Y si lo percibiera no llegaría a entenderlo, me temo.) Hay algunas pistas para iniciados, para los que sí pueden llegar a entenderlo, que funcionan como claves de acceso para este tercer nivel. Son sintagmas o versos completos del “Cántico espiritual” encajados en el texto, pero de forma tan discreta, tan encriptada, que la inmensa mayoría de los lectores no los aprecian ni descubren. Para que se me entienda te diré que he hecho lo mismo con esta entrevista. En dos ocasiones he introducido entre mis palabras versos del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz que dan mayor plenitud o significado más profundo a mi respuesta… ¡A ver quién los encuentra!
Mi novela tiene también algo de apología o de reivindicación de mi estilo de vida, que por ser poco convencional no todos entienden… Ya he dicho antes que a las personas mayores hay que explicarles todo con mucha paciencia. Y hace falta mucha paciencia para escribir una novela.
¿Se considera un místico?
Recuerdo que cuando escuché por primera vez el cántico espiritual de San Juan de la Cruz, leído en el refectorio del Monasterio de Sijena durante la comida del domingo de Pascua, (tendría yo unos 25 años) me causó una honda impresión… No solo por su gran belleza sino, sobre todo, porque me pareció que no había palabras más apropiadas para expresar algunas de mis experiencias y sentimientos durante aquellos retiros monásticos a los que ya desde joven era tan aficionado.
De modo que supongo que sí, que tengo cierta sensibilidad para la mística… pero una mística cristiana, aún más, católica. Me explico:
En muchos colegios católicos se ha sustituido la capilla de toda la vida, con su lamparita roja junto al sagrario, por un “aula de interioridad”. Se ha rechazado la presencia real de Cristo en la Eucaristía por un no sé qué que quedan balbuciendo los amigos del mindfulness. Se ha hecho callar al que es la Palabra para escuchar los vaguidos de un pueblo balbuciente: “ommmm”.
Que los ateos se acerquen a estas prácticas es efectivamente un paso importante desde el materialismo hacia la trascendencia, pero que lo hagan los católicos supone un retroceso al paganismo que no comparto en absoluto.
No me interesa esta mística. Es más, prefiero permanecer en la más absoluta aridez espiritual contando con los sacramentos, la Biblia y la liturgia, aunque no les saque ningún gusto, que verme levitando en el más alto nivel de autoconciencia pero fuera de la Iglesia.
Pedagogía de la esperanza
Es también profesor. ¿Ha cambiado mucho el alumnado, los niños, los jóvenes…?
Ciertamente he trabajado mucho con niños, adolescentes y jóvenes durante toda mi vida. Comencé como monitor de scouts con muchos campamentos, excursiones y actividades al aire libre. He sido profesor de plástica en la ESO, también he impartido diversas asignaturas en una escuela superior de diseño y actualmente doy clases de religión a los estudiantes universitarios de los grados de educación infantil y primaria. Además realizo actividades de educación ambiental con niños de todas las edades. Sustancialmente los muchachos no han cambiado demasiado, pero sí es cierto que hay un número cada vez mayor de problemas afectivos, psicológicos y emocionales… Utilizando un símil médico, podríamos decir que las jóvenes generaciones tienen las defensas más bajas contra todos esos males.
Mi experiencia me ha demostrado que la educación se fundamenta en el encuentro personal entre profesor y alumno. Se basa en una relación humana… Esto es lo que habría que priorizar y favorecer por encima del bilingüismo, las TICs, las inteligencias múltiples, la metacognición y toda esa fanfarria de la innovación docente que no es más que vanidad de vanidades y que ya empieza a resultar un poco cansina.
Hambrunas, catástrofes naturales, cambio climático, pandemias… ¿Castigo divino?
Ya lo he comentado antes, aunque haya sido de pasada; el mundo tiene sus leyes, tiene un logos interno. Y no me refiero solo a las leyes naturales o físicas. También la ética debe fundamentar sus leyes en la Realidad y no en los ensueños delirantes de quienes pretenden ser como dioses. Ya lo dice la Biblia con respecto al árbol de la ciencia del Bien y del Mal. “El día que comas de su fruto morirás sin remedio”. Estamos pretendiendo cambiar el logos interno por el que se rige el mundo y eso solo nos puede conducir a la autodestrucción.
¿O es que tan mal tratamos nuestra casa que esto se termina? ¿Tendremos que migrar?
Lutero “descubrió” que el ser humano no puede alcanzar la santificación (la justificación) con su esfuerzo, con su determinación o mediante la práctica voluntarista de la virtud. Pues bien, como quiera que la salvación afecta a todo lo creado parece evidente afirmar que el ser humano –que no puede salvarse a sí mismo– tampoco puede salvar al planeta con sus propias fuerzas. Si no contamos con Dios todo se va al infierno, y el ser humano el primero. El problema es que aún consideramos el problema ecológico desde un punto de vista cientificista, materialista, cuando es más bien ético. Es cuestión de conversión. De todo esto habla la encíclica “Laudato Si” del papa Francisco, que no sé si ha sido comprendida por muchos católicos. El problema ecológico radica en que hemos querido ser como dioses manipulando la ciencia del Bien y del mal inscrita en la Naturaleza y ahora vemos que eso nos lleva a la autodestrucción, al Infierno. La creación, esclavizada, está gimiendo, pues ella misma es víctima del pecado humano: se ha visto sometida a la corrupción a causa de la maldad humana, de la codicia. El ser humano se ha portado como ese administrador infiel al que el Dueño de la finca puso al frente de sus posesiones para que las guardara y cultivase. Pero junto con todos los hombres de buena voluntad (cristianos o no, creyentes o no) la Creación misma permanece a la espera, participa de la esperanza de verse liberada de esta esclavitud para ser transfigurada de un modo equivalente al que la carne (toda carne) resucite al final de los tiempos.
Primicia y anticipo de todo esto es la Resurrección de Cristo en quien se recapitulan todas las cosas y toda la creación, por cuanto Él mismo forma parte de la creación. Si su cuerpo está formado del “polvo de la tierra” (calcio en sus huesos, hierro en su sangre etc., etc.) entonces el calcio, el hierro y todos los elementos de la tabla periódica, toda la materia, toda la carne “resucita”. Y esto es doctrina de la Iglesia desde los tiempos de San Ireneo, allá por el siglo III y los cristianos lo proclaman cada domingo en el credo. De modo que si esperamos en la salvación, esto no se termina, al contrario avanza hacia su plenitud. Pero existe la posibilidad de que rechacemos la salvación y entonces no podremos escondernos en otro planeta, pues llevaremos con nosotros mismos esa semilla del diablo, esa opción por el mal que cuando se convierte en definitiva e irrevocable, llamamos Infierno.
¿Cabe humanizar la naturaleza?
Dios creó al ser humano y lo puso en el jardín para que lo guardara y lo cultivara. El ser humano es el guarda de la finca de Dios; es el encargado de mantenerla bien cuidada pero también se le ha encomendado que la cultive para que alcance su maduración, su plenitud. El ser humano es el colaborador de Dios, es el encargado de continuar la obra de la creación (si bien con las leyes que ha inscrito en ella su Creador) La idea de que el medio natural estaría mejor sin seres humanos es equivocada. De modo que no solo cabe humanizar la naturaleza, sino que es nuestro deber hacerlo. Está muy bien dejar zonas vírgenes, pero incluso ahí puede ser necesaria la intervención humana para apagar un incendio, controlar una plaga o favorecer el desarrollo de una especie en peligro.
La oposición ser humano-naturaleza es falsa. El relato del Génesis nos muestra una armonía del hombre con las criaturas que se rompe tras el pecado. Esta enemistad hombre-naturaleza no corresponde a la realidad esencial del universo sino a su estado de ruptura. En algunos santos, como Francisco de Asís, esa armonía original se recupera de forma muy significativa y nos anticipa algo que será propio del reino de Dios, cuando el niño pequeño meta la mano sin miedo en la hura del áspid.
¿O mejor aprender de las aves del cielo, de los lirios del campo?
“La creación está hecha para la adoración”, dice el Catecismo de la Iglesia Católica. La creación es la primera forma de revelación, es la primera manifestación de Dios, de modo que contemplar la naturaleza ya nos lleva a un cierto conocimiento de Dios que indudablemente está en las religiones primitivas. Considerar la naturaleza como algo puramente material, como un depósito de materias primas, nos escinde de este mensaje del creador, nos imposibilita para conocer la esencia del mundo y el significado de la vida. Las religiones reveladas presuponen este primer peldaño en la escala de la revelación; no pueden obviarlo. Creación, Escritura y Jesucristo son los tres peldaños de esta escala de Jacob que une el Cielo y la Tierra. Y el primer peldaño con sus enseñanzas no puede ignorarse; es necesario para acceder a los siguientes y comprenderlos debidamente.
¿Cómo es que le concedieron el Príncipe de Asturias de Cooperación Juvenil?
En realidad, fue el Primer Premio Internacional Príncipe de Asturias para jóvenes investigadores de la Naturaleza en su edición de 1984. Hice junto con mi hermano mayor un trabajo titulado “Ideas para un aprovechamiento más racional de los recursos del curso medio del río Ebro”. Al jurado debió parecerle el mejor trabajo de aquella convocatoria, supongo.
A mí me gusta pensar que aquello influyó de forma decisiva en la protección de los galachos de la Alfranca y Juslibol y en la creación de la actual Reserva de los Galachos del Ebro.
¿Practica algún deporte?
Bueno, más bien puedo decir que hago ejercicio, quizá no de forma sistemática, pero sí salgo mucho por la estepa de Zaragoza con la bici de montaña o bajo al Ebro a remar con la canoa o me acerco al Pirineo a subir algún pico que no exija técnicas de escalada… y durante estas expediciones es probable que haya que acampar en ínsulas extrañas o en valles solitarios nemorosos, cosa que me encanta.
Mª Pilar Martínez Barca