(Imagen cortesía de asociacionportimujer.org)
Nilofar Bayat, 28 años, abogada, felizmente casada, capitana de la selección afgana de baloncesto femenino en silla de ruedas, pro derechos humanos…
Teme por su vida, en la casa de sus padres y hermanos en Kabul. Segunda incursión de los talibanes. La primera, a sus dos añitos, mató a un hermano, hirió a su padre y a ella la dejó con discapacidad. Logró estudiar Derecho, bajo el gobierno de Hamid Karzai y el apoyo estadounidense. Pudo venir a España en uno de los primeros aviones de refugiados afganos. Cambiarían las tornas en lo que dura el toque de un almuecín.
Madres incubadora
Recuerdo un spot publicitario con el lema “Mujeres siglo XXI”. Comparaba imágenes de mujeres occidentales con otras de la India, África, América Latina… Seres humanos del mal llamado sexo débil minusvalorados ha habido en cualquier tiempo. Pasada la Edad Media, cuando eran considerados casi piedras sin alma, en época Fernando el Católico, ser cristiana nueva en Aragón debía ser dramático. Gracia de Esplugas, Florencia de Monzón, Leonor Álvarez de Calatayud, Violante de Santángel de Huesca… (M. A. Motis Dolader Vivencias, emociones y perfiles femeninos).
Habíamos avanzado, o eso creíamos. En 1964 la mujer afgana logró el derecho al voto; en 2004 la igualdad entre hombre y mujer, la Ley para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres salió en 2009, y dos años después se popularizó la campaña “Volver a la escuela” para niñas y niños. Sin embargo, la fuerza de la tradición, el integrismo político religioso y la lucha por el poder tienen más peso.
“Tengo la sensación de que muchas personas de buena voluntad y algunas con retranca oportunista creen que la mujer afgana va a ser expulsada del paraíso organizado por la llamada comunidad internacional, Estados Unidos y sus aliados, entre ellos España” (Gervasio Sánchez). Una visión errónea. Cuarenta años de violencia radical, custodia de los menores para el marido, miles de parturientas sin casi asistencia médica, alta mortandad materno infantil, falta de centros educativos fuera de Kabul. ¿De verdad puede darse el cambio si no surge de dentro?
Al filo del abismo
Hace unas semanas, mientras los radicales volvían a imponer la ley sagrada o “sharía”, las calles se vaciaban de mujeres y las presentadoras de televisión se cubrían de nuevo con el hijab, me preguntaba qué será en estos momentos de las personas con discapacidad, esas que no salen ni en las noticias.
Miles de mutilados en los últimos años; millón y medio de afganos con diversidad funcional, sin posibilidad de integración socio educativa y laboral ni ayudas técnicas; muchas más dificultades en caso de repatriación; mujeres y niñas con discapacidad que sufren acoso y abusos por norma… “Los Estados Partes tomarán todas las medidas pertinentes para asegurar el pleno desarrollo, adelanto y potenciación de la mujer” (Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, ONU, art. 8).
Ante la nueva y cruel situación, la vida de la mayoría de personas con discapacidad se convierte en un moderno monte Tageito de la antigua Esparta, campo de concentración o exterminio. Son muy pocos los que pueden salir.
Derecho a no callar
Vamos retrocediendo, pero no veinte años, a una guerra civil ni al comunismo. Sino al medievo de nuestras civilizaciones, donde los agujeros negros se extienden al infinito por entre la celosía de un pesado burka. “Has hecho de mí todo lo que querías, / ahora echa un velo sobre mi cara: quiero dormir” (Sayd Bahodín -traducción de Clara Janés-, El suicidio y el canto. Poesía de las mujeres pastún de Afganistán, 2002).
Prometieron respetar el derecho de las mujeres si respetaban el suyo de ocupación en honor de la “sharía”. ¿Pero cómo si solo pueden trabajar en casa o en lo sanitario, se empieza a tiros contra la bandera y los aviones, y se mata a familias de profesionales del periodismo? Soledad Gallego-Díaz, Rosa Montero y Maruja Torres piden la apertura de fronteras en un Llamamiento a la comunidad internacional. ¿Pero cómo sabremos si a las minas no se unirán mil artilugios terroristas que cercenen los pies y los cerebros?
Buen momento de volver a Viktor Frankl, El hombre en busca de sentido; o el gulav soviético: “La amistad y la literatura fueron los dos refugios de las mujeres rusas desterradas” (Monika Zgustova, Vestidas para un baile en la nieve). ¿Sin saber leer? ¿Cómo sentir placer si se amputa el clítoris? ¿O mostrar la belleza femenina si te cortan las falanges por pintarte las uñas?
Segregación por sexos en las escuelas, un millón de niños desnutridos… Las protestas del pueblo y la represión talibán no se han hecho esperar. No debemos callar. Ni permitir que bajen el telón.
Mª Pilar Martínez Barca