«Las niñas migran menos que los niños o cómo el sexo marca la huida de los menores»
Cada vez más niños y niñas se ven obligados a marcharse lejos de sus hogares. Según un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) titulado Uncertain Pathways (Caminos inciertos, en español), cerca de 60 millones lo hicieron el año pasado. La friolera de 41.000 desplazamientos al día, dentro y fuera de sus países. Y no parece que la cifra vaya a disminuir pronto si tenemos en cuenta que son casi diez millones más que en 2015. Pero el desplazamiento se vive de forma muy diferente dependiendo de si se es chica o chico: ellos migran más. Ellas menos. Ellos tienen más posibilidades de acabar siendo víctimas del trabajo forzado. Ellas, de ser explotadas sexualmente. ¿Por qué pasa esto?
Lo cierto es que el sexo es determinante a la hora de que un menor deje su hogar y emprenda el viaje. Ser niño o niña marca su futuro, sus experiencias y sus vulnerabilidades como migrante o desplazado forzado y hace que «la huida se experimente de manera diferente”, cuenta la directora de Migración y Desplazamiento de UNICEF, Verena Knaus.
«El sexo sesga ciertas rutas y experiencias migratorias. A menudo se espera que los niños asuman el papel de sostén de la familia, mientras que las niñas pueden migrar como una estrategia para retrasar el matrimonio precoz o la violencia sexual relacionada con la guerra», explica Knaus. Un dato que evidencia la enorme brecha entre el desplazamiento infantil masculino y el femenino en todo el mundo es que nueve de cada diez menores no acompañados que buscaban asilo en Europa eran varones.
Es un escenario muy similar al que encontramos en España, donde el 89 % de los inscritos en el registro de menores extranjeros no acompañados también lo son, según datos del mes de junio del Ministerio del Interior facilitados a UNICEF España. En concreto, de los 8.642 menores registrados, 7.733 son niños y 909, niñas. “El registro no es perfecto, pero nos da una idea de cómo el número de chicas que se desplazan dista muchísimo del de chicos”, apunta Sara Collantes, especialista en migraciones de UNICEF España.
Diferentes roles sociales, diferentes riesgos
Collantes explica que esto pasa porque el rol social que tienen las niñas y las adolescentes en sus países de origen es diferente al de los varones. Se asume que ellos son los encargados de mantener económicamente a la familia, mientras que la responsabilidad de atender la casa y a quienes viven en ella sigue recayendo sobre la mujer. Esto acaba provocando que el número de niños en movimiento supere por mucho al de niñas. Incluso en casos como el de Afganistán —el país con el mayor número de menores no acompañados solicitantes de asilo en Europa—, las desplazadas son también minoría. «¿Dónde están las niñas afganas? ¿Dónde y cómo pueden buscar protección internacional, hoy y en el futuro?», se preguntaba Verena Knaus durante la presentación del informe.
Si ser niño o niña es un factor determinante a la hora de irse, también lo es ante los peligros que supone migrar a tan corta edad. Ellas no solo tienen más probabilidades de no poder ir al colegio (2,5 veces más que los niños en los campamentos), sino que además superan a los chicos en una proporción de cuatro a tres como víctimas de trata para explotación sexual. Ellos, por su parte, corren más peligro de ser forzados a trabajar.
Perspectiva de género
El informe pide a los gobiernos estudiar y abordar mejor las desigualdades que hay entre chicas y chicos a la hora de migrar y poder acceder a protección internacional. Se trata de conocer en profundidad los riesgos, las necesidades y los motores específicos que tiene cada sexo, para lograr dar una respuesta “sensible y transformadora», recalca Verena Knaus.
Para Sara Collantes el problema es que falta perspectiva de género. “En España, el sistema de protección a los menores extranjeros no acompañados carece de una verdadera mirada de género. Es cierto que hay muchas menos chicas, pero aún así se requiere un enfoque específico que les garantice una protección adecuada”, opina. Se necesitan, dice, líneas de trabajo para prevenir la explotación sexual y la violencia machista. Pero también más atención a la salud sexual y reproductiva para reducir y evitar los embarazos no deseados y las infecciones de transmisión sexual (ITS).
“Hacen falta más recursos y más profesionales especializados para poder identificar y atender correctamente las necesidades de todas estas niñas y niños, para entender las motivaciones migratorias de cada uno y sobre todo, para poder acompañarlos y protegerlos adecuadamente. Todavía queda bastante camino por recorrer”, se lamenta.
(Fotografía, cortesía de UNICEF) @unicef_es @UNICEFenEspanol
Laura Sanz-Cruzado (@laura__ese)