La vida es una gran escuela donde todos somos alumnos y profesores al mismo tiempo y donde se producen suspensos y sobresalientes dependiendo de cómo aprendamos las “lecciones existenciales”.
Actualmente, estamos en uno de esos momentos que, por su gravedad y extensión, nos pueden ayudar a vivir mas saludablemente. Así, pues, en esta situación de aislamiento social podemos aprender varias lecciones magistrales:
1.-Somos vulnerables:
Desde nuestra arrogancia y autosuficiencia (se dice que vivimos en el siglo del narcisismo) estamos contemplando como un pequeño virus ha conseguido doblegar a las grandes potencias económicas y a las personas. Y la solución mas adecuada ha sido refugiarse en sus casas, como el hombre primitivo lo hizo en sus cavernas, como defensa de los animales o de la naturaleza (frío o calor). Lo que no consiguió la bomba atómica, ni tampoco el terrorismo, lo está logrando una pequeña partícula: derrumbe de la economía. Incluso nuestro loable sistema sanitario ha estado a punto de sucumbir ante la potencia de este virus. ¡Así de frágiles somos! Es una cura de humildad, como le ocurrió al Titanic que se pensaba que era mas fuerte que la naturaleza y un simple iceberg lo llevó al fondo del mar.
2.-Somos finitos:
Esta pandemia, también, nos está enfrentando con la muerte. Nos está poniendo en el espejo de nuestras vidas a familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo que está sufriendo este azote. La muerte ya no es algo que ocurre a los demás, sino que está presente en nuestro círculo personal mas cercano.
3.-Somos solidarios:
En general, las catástrofes posibilitan pasar a acto lo bueno de los seres humanos, pero también lo menos bueno. Así, ahora, frente a muchas personas solidarias que ayudan al vecino llevándole la compra o las medicinas, también existen los irresponsables que se saltan la cuarentana y se marchan de “vacaciones” a la playa o salen a la calle tres veces al día a por el pan, por poner solamente dos ejemplos.
La pandemia, que no distingue de razas, ni de ideologías, ni de posición económica ni profesional nos ha aportado una nueva dimensión de la persona: ya no somos individuos sino ciudadanos. En estos momentos o nos salvamos todos o nos condenamos todos. Esa es la cruda realidad. Por esto debemos cuidarnos no sólo por nuestra salud sino por las de los demás.
4.-Capacidad adaptativa:
El aislamiento social está poniendo de manifiesto nuestra creatividad para adaptarnos de forma saludable a esta situación. Esta capacidad adaptativa creativa surge en la organización diaria de las actividades familiares y en la facilitación de nuestra convivencia. Nunca antes habíamos estado tantas horas y tantos días seguidos juntos.
5.-Importancia del contacto físico:
Siempre la ausencia de algo (un reloj, una persona, un trabajo, etc.) lo hace mas deseado. Es lo que ocurre ahora con el contacto físico: los abrazos, los besos, el apretón de manos son tan apetecibles como prohibidos. Ya no solo damos valor a la palabra, sino también a la proximidad y el contacto físico. Las nuevas tecnologías (video llamadas, skay, etc.) han paliado en parte ese déficit, pero nunca un “abrazo virtual” podrá sustituir a un apretón de manos.
Conclusión
La escuela de la vida no precisa textos, ni de itinerarios. No existen evaluaciones periódicas, ni notas. Pero, sin embargo, todos los días la vida nos enseña algo: que tras la tempestad viene la calma y que cualquier situación negativa es un peligro de producir un grave deterioro personal o colectivo, pero que también puede ser una oportunidad que posibilite el desarrollo de nuestras posibilidades ocultas. Nuestra esperanza es que el aislamiento social sea una oportunidad para crecer psicológicamente.
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