¿Cómo podemos cuidar y ser cuidados cuando envejecemos? ¿Nos vale el modelo asistencial actual o tenemos que cambiar a otro modelo, donde la persona pueda ser la auténtica protagonista de los cuidados y gestora de sus propios cuidados?
Esta es la cuestión que nos presentan Anna María Ricart y Joan Arqué, autora y director de la obra de teatro (casi más un docuteatro), Moríos que se representa en el Teatro de la Abadía de Madrid (que tuve la fortuna de ver el 13/01/2024). Estos creadores analizan el mundo de la atención a las personas mayores, tanto desde la perspectiva del mundo residencial como el de la persona que se mantiene, sola en su domicilio.
En un sencillo escenario, minimalista las 8 actrices y actores nos muestran cómo es el mundo de la vejez y de los cuidados. Todos los protagonistas, salvo los cuidadores son personas mayores, que muestran cómo es su vida en esta etapa de la vida, institucionalizadas o solas, nos muestras sus carencias, su falta de libertad de expresarse y manifestarse cómo realmente son y realmente quieren vivir y bailar.
DEL TEATRO A LA REALIDAD
Esta obra nos enfrenta con la realidad de una sociedad que no sabe bien cómo manejar la vulnerabilidad y el deterioro que supone la vejez. Una vejez que se infantiliza y se invisibiliza (cuestión que se ha tratado en el último número de la revista Humanizar) y que nos sigue interpelando. Como se expresa al final de la obra: “El edadismo es la tercera gran forma de discriminación, después del racismo y el machismo. Los expertos consideran que, si no se fortalece la solidaridad intergeneracional, habrá una lucha entre jóvenes y viejos por los recursos disponibles”.
En palabras de Ana María Ricart, en el suplemento El Cultural: “La idea era preguntarnos cómo trata a los ancianos nuestra sociedad –explica la autora a El Cultural–. No nos gustaron las respuestas que obtuvimos y por eso decidimos crear un espectáculo sobre el tema”. Porque lo que se observa es que las personas mayores han pasado de autoridad moral a inútiles (la Razón-cultura).
Otra visión de la obra está en la narratividad. Nos aproxima a la vida y realidad de cada protagonista desde su narración, es esta narración la que debe dar sentidos a los cuidados, porque cada narración nos debe llevar a una praxis de cuidado diferenciada y este es el compromiso ético que adquirimos cuando asistimos a la narración de vida, que nos convierte en actores de esa narración y no en espectadores, aspecto muy bien desarrollado en la obra cuando convierte a todos los espectadores en actores participando en la trama, de manera que puede parecer jocosa, pero que tiene un gran transfondo.
LOS QUE CUIDAN
Esto enlaza con un concepto que ha ido afianzando la socióloga María Ángeles Durán, cuando establece que el cuidado de los mayores ha ido estableciendo el cuidatoriado, por analogía con el proletariado, como clase social emergente, encargada de los cuidados «de momento con muy pocos derechos porque, entre otras cosas, casi carece de conciencia de clase» y para los que reivindica unas mejores condiciones, en todos los sentidos, empezando por una mayor consideración desde la sociedad hacia los cuidadores. “Esto supone reconocer que la situación no es personal, es estructural puesto que la sociedad necesita a esas personas y hay que dotarles de la conciencia de que son un grupo de población que cumple una función importantísima y deberían tener unos derechos similares a los de cualquier otro ciudadano. Derecho al descanso, a la seguridad social, a unas jornadas que no sean agotadoras, a tener una capacidad económica que les permita subsistir… Para muchos cuidadores, cuidar lleva implícita la pobreza a largo plazo porque ni cotizan ni ahorran«.
Se pueden ver más desarrollados estos conceptos en sendas entrevistas a María Ángeles Durán: Entrevista a 65ymas; Entrevista a Maria Angeles Duran
¿No es la consideración a estas persona que cuidan una muestra de humanizar la asistencia social?
Por Francisco Javier Rivas Flores, médico y bioeticista
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