José Carlos Bermejo y Rosa María Belda han publicado un magnífico y sugerente libro titulado La persuasión. Las palabras en las relaciones de ayuda, que se me antoja que es un texto para la reflexión para todos aquellos que nos dedicamos al acompañamiento y que defendemos la no directividad. En definitiva, es un libro que nos incita a pensar y en ocasiones nos puede cuestionar nuestra labor de ayuda.
Comencé a leer el libro por el prestigio de los autores y, por qué no decirlo, por su título. Lo cierto es que lo he leído casi de una sentada Me pregunto: ¿Qué es la persuasión? ¿Cómo compaginarla con la no directividad? ¿Qué poder tiene la palabra en la relación terapéutica?
Más allá del poder de la palabra: la escucha
Es cierto que las palabras son el vehículo de nuestros pensamientos, deseos y sentimientos, pero son algo más. Los autores desarrollan esta idea de forma brillante, e incluso hacen un recorrido histórico del valor de la palabra y la persuasión en la civilización de la Grecia clásica.
La palabra, para existir, debe ser escuchada. Hablar en el desierto es estéril. Así como el libro debe ser leído para existir plenamente y el cuadro debe ser contemplado para tomar vida, la palabra debe ser escuchada para tomar significado, a veces, diversos significados dependiendo del que escucha. Por esto, en la relación de ayuda es necesario preguntar, repreguntar y reformular para descifrar el auténtico mensaje que el ayudado nos quiere transmitir.
Un ejemplo: el título de este libro a mí me sugiere reflexión; a otras personas les puede significar sorpresa, indiferencia, reconocimiento, aceptación y un largo etcétera.
Y aquí me surge una pregunta: ¿son las palabras las que hieren o gratifican, o más bien, es la interpretación que hacemos de las mismas? Personalmente me inclino por esta segunda opción. A este respecto Rosenberg (2016) en su libro Comunicación no violenta nos expone cómo gestionar nuestra rabia ante una situación que padecemos como agresiva. Puede ser una palabra o un acontecimiento. Parte de un principio técnico: el estímulo, o lo que desencadena nuestra rabia, no es la causa. En realidad, nos enfadamos no por lo nos han dicho o hecho, sino que la auténtica causa es lo que nosotros sentimos ante ese estímulo. Por esto, ante el mismo estímulo varias personas responden de forma diferente, ya que en cada uno se despiertan sensaciones y sentimientos diferentes. En realidad, pues, lo importante no es la palabra (estímulo) sino cómo vivimos esa palabra (respuesta emocional). Podemos pues decir que más allá de la palabra está la escucha.
Otra reflexión de este sugerente libro es si siempre el ayudador o terapeuta se puede mantener en la no directividad y totalmente aséptico ante cualquier decisión del ayudado. A este respecto, me pregunto si en el modelo psicoanalítico (ejemplo de la no directividad absoluta) el terapeuta, a través de la interpretación ¿no influye en el usuario? Considero que en este encuadre también el terapeuta, de alguna manera, está señalando la mejor solución, o al menos, una puerta de salida. Por otra parte, si fuéramos totalmente sinceros posiblemente admitiríamos que, en alguna situación, en la práctica clínica, hemos utilizado la persuasión, ante la incapacidad del usuario para seguir adelante.
La persuasión
La podríamos situar en el punto intermedio entre la no directividad absoluta y la directividad total, es decir, indicando lo que es bueno o malo para el usuario. La persuasión como la describen Bermejo y Belda considero que puede ser una buena forma de intervenir en situaciones especiales. En el texto del libro se dice cuándo se puede utilizar la persuasión: “Sólo cuando está en peligro la salud o la vida, sólo entonces es posible admitir la persuasión en el counselling” (p.150).
Y en otro lugar se señala cuándo no somos persuasivos de forma sana: cuando no argumentamos nuestras decisiones, cuando se insiste en la necesidad de hacer lo que el counsellor dice, cuando las llamadas al miedo son excesivas y dramáticas, cuando convertimos el diálogo en discusión y cuando impedimos o intimidamos al ayudado en la exposición de sus argumentos, entre las más importantes (p.100).
Por otra parte, he aquí los criterios que señalan los autores para una adecuada persuasión (p.97):
*cuando las sugerencias están indicadas con prudencia y humildad
*cuando lo que se pretende es que se tomen decisiones responsables
*promoviendo al máximo la responsabilidad
*facilitando que se tomen medidas que el ayudado acepta como válidas, entre las más significativas.
Para mí ha sido muy clarificador el último capítulo del libro donde con ejemplos de la ayuda en la vida cotidiana se identifica la persuasión, no como sinónimo de convencer con razones, sino que a través de señalamientos, confrontaciones y sugerencias el ayudado encuentre su camino.
Gracias José Carlos y Rosa por vuestro “último” libro (bueno, cuando esto se publique posiblemente para José Carlos no será el último). Ha sido un placer leeros y compartir vuestras reflexiones sobre la persuasión.
Alejandro Rocamora, psiquiatra.
(Imagen, Pixabay).