“Érase un ratón que se hallaba en constante estrés por miedo al gato. Un mago se apiadó de él y le convirtió en un lindo gatito. Pero, entonces el pobre animal se empezó a asustar del perro.
El mago, con otro golpe de vara, lo transformó en un poderoso perro. Pero, al poco tiempo, el animal empezó a temer al tigre. El mago, aunque ya un poco cansado lo transformo en un fiero tigre. Y en este punto, a nuestro animal le entró un ataque de pánico ante la presencia de los cazadores. El mago dio un suspiro harto de tanto trabajo. Cogió su varita mágica la alzó y dijo:
– ¡Te convierto en ratón y esta vez es para siempre!
Y añadió: – Nada de lo que yo haga va a servir, amigo, porque primero debes aprender a ser feliz como un RATÓN”.
El ser humano es un inconformista por naturaleza. Esto que es bueno, si nos hace creer y superarnos, se vuelve contra nosotros si nos conduce, como al ratón, a cambios constantes porque no nos gusta ni la pareja que tenemos, ni el trabajo, ni los amigos, ni la casa donde habitamos, etc. Y entonces se produce el cambio por el simple cambio y más que solucionar, nos complica la vida.
Ser feliz con nuestras posibilidades
Es cierto que la vida es cambio, pero para cambiar debemos, como el ratón, aprender a ser feliz con nuestras posibilidades y también con nuestras limitaciones. El querer ser como el famoso futbolista o cantante de turno o como mi primo o compañera de clase puede ser acicate para progresar, pero ante todo debemos partir de un reconocimiento de nuestros propios valores. De forma gráfica lo expresaba un buen amigo mío: “es mejor ser un mal original que una buena fotocopia”.
Conocerse a uno mismo
Todo cambio psicológico, pues, debe partir de un vasto conocimiento de uno mismo (fortaleza y debilidades) y apoyarse en dos pilares: la creatividad, como capacidad de todo ser humano para resolver los problemas. Para ello tenemos que potenciar la observación y la fantasía de niño, acompañada de una actitud flexible para aceptar los errores y potenciar los aciertos; y un “nosotros fuerte” para que el niño viva en un ambiente acogedor y seguro donde se permita expresar sus sentimientos (positivos y negativos) y no reprimir sus emociones. El vínculo familiar y social cuanto más sano se desarrolle será un buen trampolín para superar cualquier cambio.
Moraleja
La moraleja de esta historia es que, como el ratón, cada uno de nosotros debe intentar ser feliz con lo que tiene (más o menos inteligente, más o menos guapo, más o menos simpático, colaborador, solidario, rebelde, etc.) y a partir de ahí construir la propia historia. Sabiendo que la felicidad cuando se persigue de forma obsesiva se pierde. Como bien decía Viktor Frankl: “la felicidad es como una mariposa. Cuanto más la persigues, más huye. Pero si vuelves la atención hacia otras cosas, ella viene y suavemente se posa en tu hombro. La felicidad no es una posada en el camino, sino una forma de caminar por la vida”.
Alejandro Rocamora, psiquiatra
(Imagen, Pixabay)