La parábola del malabarista
En el libro El monje que vendió su Ferrari de Robin S. Sharma, el autor compara a la vida con un malabarista que juega con cinco bolas, que lanza al aire y desea que estén en constante equilibrio. Su éxito dependerá de que ninguna bola se caiga al suelo.
Las cinco bolas con las que el malabarista juega representan los pilares de nuestra existencia: la familia, el trabajo, los amigos, la salud y el poseer.
El malabarista y sus bolas es un buen reflejo de lo que nos pasa a cada uno de nosotros: el intento constante de mantener el equilibrio entre el mundo interior (el malabarista) y el mundo exterior (las bolas).Si el malabarista no está bien entrenado, el juego puede fracasar; de la misma manera si cada uno de nosotros no posee una autoestima adecuada, una capacidad para asumir los fracasos (como nos dice en otra parte del libro “los fracasos no son fracasos sino lecciones” para seguir viviendo) el malestar está servido.
Esto se complementa con la teoría de Lukas (2006)[1] sobre los valores piramidales y horizontales. Esta autora siguiendo la teoría de Stanislav Kratochvil divide a las personas, que ya han encontrado una orientación axiológica en sus vidas, en dos grandes grupos: las que tienen una orientación axiológica piramidal y los que se sustentan en una orientación axiológica paralela. Los primeros están absorbidos sólo por el trabajo o solo por la familia o por un solo proyecto en sus vidas. Es decir, han construido su existencia sobre un solo pilar: el trabajo, la familia, el dinero, la fama, etc. Por el contrario, las personas que se apoyan en una orientación axiológica paralela viven con la misma intensidad a la familia, el trabajo, la fama, etc. y concluye Lukas (2006)[2]: “las personas con una orientación axiológica paralela son psíquicamente más sanas y estables que las personas con un sistema axiológico piramidal”. Y esto por dos razones: en el sistema axiológico piramidal si se destruye el valor único y supremo se viene abajo toda la concepción de la vida, y en segundo lugar, estas personas son fácilmente fanáticas e intransigentes con los que piensan diferente y por lo tanto los excluyen de sus vidas. Cuando esto ocurre se produce el vacío existencial, que es consecuencia de la falta de sentido en la vida.
La felicidad se construye en el intento de armonizar las necesidades del propio yo con el universo. La felicidad, como el malabarista, es un esfuerzo constante por mantener el “equilibrio” entre las exigencias propias y externas.
Moraleja:
Es importante tener una buena familia, un buen trabajo, unos buenos amigos, una buena salud y un adecuado bienestar económico, pero mucho más importante es saber construir un “yo” fuerte que, como diría el poeta, sepa “convertir el muro de la adversidad en un peldaño” (Rilke).
Alejandro Rocamora Bonilla
[1] Lukas, E. (2006). También tu vida tiene sentido. México: LAG. p. 27
[2] Íbidem, p. 29
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