Hoy quiero sacar del “baúl de mis recuerdos” a María, persona diagnosticada de esquizofrenia que cuidaba a su madre con Alhzeimer y a su padre con una enfermedad física deteriorante. A pesar de su enfermedad María siempre tenía una sonrisa y disfrutaba de lo mucho o poco que tenía en la vida. Y me pregunto: María, ¿estaba enferma o estaba sana?
Hoy quiero sacar del “baúl de mis recuerdos” a María, persona diagnosticada de esquizofrenia que cuidaba a su madre con Alhzeimer y a su padre con una enfermedad física deteriorante. A pesar de su enfermedad María siempre tenía una sonrisa y disfrutaba de lo mucho o poco que tenía en la vida. Y me pregunto: María, ¿estaba enferma o estaba sana?
Sanación y curación son dos conceptos que pertenecen a dos culturas diferentes: la primera es defendida, con más énfasis, por Oriente y la segunda por Occidente. Nosotros, pues, estamos inmersos en una sanidad que lo que propone fundamentalmente es curar, hacer desaparecer el síntoma y esto a través de medidas (farmacológicas, quirúrgicas, etc.) y se “olvida” de los aspectos psicosociales y noéticos y de la prevención como medida esencial de la salud; la cultura oriental, por el contrario, cree en el ser humano y en sus posibilidades como persona, y así, el remedio fundamentalmente se encuentra en uno mismo (sobre todo en las dolencias de la psique) y en la actitud del enfermo ante la enfermedad y se potencia ante todo las medidas preventivas.
Reparar lo dañado
El objetivo de la curación es reparar lo dañado y por lo tanto es importante una patografía para conseguir curar la enfermedad, todo ello partiendo de una visión reduccionista de la persona, como si solo fuera un cuerpo.
Reconstruir la totalidad del sujeto
Por el contrario, la sanación, desde una visión integral, total y dinámica de la persona, pretende reconstruir la totalidad del sujeto y por esto se basa en una patobiografía, que pretende, sanar, no solo curar, a través de encontrar el sentido en la adversidad.
El largo camino de la sanación, que parte de la adversidad (trauma, crisis y duelo) tiene varias vivencias que, con mayor o menor intensidad, son comunes a todas las personas. Este proceso es como un jeroglífico vivencial al que hay que dar cumplida respuesta y es también un laberinto que precisa de un acompañamiento para no perderse. De aquí la importancia del otro en la situación de adversidad y por esto podemos completar la sentencia de Séneca “no importa qué, sino cómo se sufre”… y yo añado “…y con quién se sufre”.
¿Por qué?
El jeroglífico se inicia con un angustioso ¿por qué?, que en ocasiones está teñido por un defensivo “no es posible” (negación); se continúa mirando hacia fuera y preguntado, ¿quién es el agresor? en un intento por echar balones fuera (vergüenza, extrainculpación); o bien, uno se pregunta ¿qué siento?, buscando el origen del mal en uno mismo (culpa depresiva o culpa existencial), hasta finalizar, casi en la solución del enigma, con un ¿para qué? (el perdón) que nos puede conducir, como un valor de actitud, hacia la sanación.
Un vínculo sano y seguro
En todo este proceso de sanación, un vínculo sano y seguro es un elemento fundamental. El ser humano es esencialmente relacional y vincular. Vamos construyendo nuestra propia personalidad a través de los continuos roces (y a veces golpes) con los otros. Sin los demás, pues, no podríamos existir, pero también el vínculo con el “no-yo” es lo que nos configura.
Y concluyo con un pensamiento de Bermejo (2012)[1] :“todas las relaciones de ayuda sanantes han de tener también una perspectiva holística, global, integral. Si así no fuera, las profesiones humanas de ayuda se aproximarían a la práctica veterinaria sobre cuerpos humanos”. Es decir, la sanación implica atender a la persona en su dimensión biológica, psicosocial y noética.
Sanar y/o curar en psiquiatría
En esta especialidad “el modelo curativo”, partiendo de una visión parcial de la persona (mente) se centra principalmente en neutralizar los síntomas (angustia, delirio, tristeza, etc.) y se apoya en tratamientos farmacológicos (en ocasiones necesarios, pero siempre insuficientes). Por el contrario, “en el modelo sanativo”, tiene una visión integral y total de la persona y su objetivo además de suprimir los síntomas es posibilitar reconstruir la vida de forma saludable. Ambos modelos son complementarios.
Se puede dar la paradoja, pues, que una persona pueda estar enferma, (padecer cáncer, una esquizofrenia, una ELA, etc.) y, sin embargo, estar “sana”: aceptar su enfermedad y adaptarse a su nueva situación de forma creativa y desarrollando todas sus posibilidades actuales. Fue el ejemplo que me transmitía María desde su enfermedad.
[1] Bermejo, J.C. (2012). El arte de sanar a las personas. Santander: Sal Terrae, p. 25
Alejandro Rocamora, psiquiatra
(Imagen, Pixabay)