Pablo Arango Restrepo, en un interesante artículo sobre la relación médico-paciente, hace el siguiente resumen del mismo: “Es necesario recuperar el respeto por el paciente, por la persona humana doliente.
El médico es un servidor de los demás. Volvamos a ser médicos, volvamos al Juramento Hipocrático: en pureza y santidad mantendré mi vida y mi arte. Ser médico es mucho más que tener conocimientos científicos, un científico sin humanidad puede ser fácilmente un bárbaro ilustrado. Es posible un ejercicio científico y humanístico de la medicina, debemos buscarlo y ayudar a establecerlo. Hay que ser un buen médico y un médico bueno”. (MÉD. UIS.2012;25(1):63-9)
Realmente impacta que hayamos avanzado tanto y que aún sea tan fácil eludir la blandura, la humanidad, la proximidad, el detenerse en las prisas, y mirar, tocar, escuchar, sonreír, mientras pasamos consulta.
“Somos almas encarnadas”
Catherine L’Ecuyer, habla en Sapiens, programa de RNE sobre la educación, y da gusto oírle decir que “somos almas encarnadas”, y de esta manera evoca a María Montessori, que es su inspiración. Es hermoso ser médica tomando conciencia de que somos almas encarnadas. A ambos lados de la mesa de la consulta, estamos tú y yo como “almas encarnadas”, espejo de lo Invisible, reflejo de la Belleza, de la Verdad, del Bien.
Es un nuevo desafío que en la formación de los profesionales de la salud se cuele algo de este espíritu.
¡Volvamos a ser médicos!
Se trata de conjugar el conocimiento y el buen trato. Se trata, como dice el Dr. Arango de ser un buen médico y un médico bueno. Se trata de recuperar la virtud. Se trata de ejercer con toda la persona, no solo con una parte. Y así, vulnerables, humanos, falibles, pero entregados tanto a la ciencia como a la relación, nos encontramos con que la Medicina (y en ella se pueden incluir Enfermería, Fisioterapia, Psicología, Terapia Ocupacional…), es gratificante, es un arte, es una oportunidad de encuentro humano en la profundidad del misterio que somos.
Rosa Mª Belda Moreno