(Fotografía: Marina Leonova / Pexels)
M. S., B. F. y A. K. se adentraron en el Atlántico el 5 de abril de 2021. Partieron desde Mauritania hacia las Canarias en un cayuco con 56 personas más, entre ellas dos mujeres y un menor.
El viaje se complicó y acabaron pasando 19 días a la deriva en el océano hasta que el 26 de abril un carguero les encontró a 500 kilómetros al sur de la isla de El Hierro y dio aviso a las autoridades. M. S., B. F. y A. K. fueron los únicos supervivientes de aquella tragedia.
Sus 56 compañeros murieron intentando llegar a España, intentando buscarse la vida en Europa.
Como ellos, un total de 4.404 personas fallecieron el pasado año en alguna de las rutas marítimas clandestinas que enlazan parte del norte y del oeste de África con España, según el informe Monitoreo del derecho a la vida en la frontera occidental euroafricana. Año 2021. del colectivo Caminando Fronteras, una agrupación en defensa de los derechos de las personas y comunidades migrantes. Es el peor dato de toda la serie histórica. El peor año del que el colectivo tiene constancia. Tan terrible que prácticamente duplica la cifra de 2020 (2.170 víctimas) a pesar de que el número de personas que llegaron de esta forma a nuestro país bajó de 38.014 en 2020 a 37.385 en 2021, de acuerdo al Ministerio del Interior.
Los datos son desoladores. De los 4.404 fallecidos, 628 eran mujeres y 205, niños y niñas. Cada día murieron o desaparecieron en el mar doce personas de media. 83 embarcaciones se hundieron con todos sus pasajeros a bordo. Y el 94,80 % de los cuerpos nunca pudieron ser recuperados o identificados. Se perdieron en el mar para siempre. Un mes fue especialmente trágico: agosto. Perecieron 657 personas. Casi las mismas que en todo 2019 (655 víctimas) y 2018 (843).
“2021 ha constatado las cifras del dolor. Es el año más terrible de los que llevamos registrando las muertes y desapariciones en la frontera occidental euroafricana”, señala Helena Maleno, activista por los derechos de los migrantes y fundadora y coordinadora de Caminando Fronteras. Para el colectivo, los datos resultan “aterradores” y muestran que “las tragedias siguen aumentando progresivamente cada año y las políticas de muerte se han enquistado en la frontera”. María González, responsable del informe, añade: “Son las cifras de la necropolítica imperante”.
La ruta canaria: la más activa, la más peligrosa
Cuatro son las rutas que las personas migrantes emplean para llegar a las costas españolas desde el norte y el oeste de África: la canaria, que parte de Gambia, Senegal, Mauritania, el Sáhara Occidental y la región más al sur de Marruecos; la del Estrecho, que va del norte de Marruecos a Cádiz; la del mar de Alborán, del noroeste de Marruecos a las zonas de Málaga, Granada y Almería; y la argelina, desde Argelia hasta Almería, Murcia, Alicante y las islas Baleares.
De todas ellas, la ruta canaria se ha convertido en la más utilizada y en la más letal. Es, de hecho, la más peligrosa de toda Europa, según el proyecto Missing Migrants (Migrantes desaparecidos, en español) de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). No en vano, el 91 % de todas las muertes en la frontera occidental euroafricana en 2021 ocurrieron en sus aguas. Un total de 4.016 víctimas en 124 naufragios frente a las 102 víctimas y 17 naufragios de la del Estrecho, las 95 víctimas y 10 naufragios de la de Alborán, y las 191 víctimas y 19 naufragios de la argelina. No es casual. El informe explica que “las políticas de disuasión y contención que Europa y Marruecos han implementado en las rutas del Mediterráneo occidental han derivado los flujos migratorios hacia el Atlántico” y han convertido a las Canarias en el “destino principal” de las personas en movimiento. De ahí que la ruta canaria sea desde hace un tiempo la más activa de las cuatro pese a la peligrosidad de sus aguas, sus malas condiciones meteorológicas y la lejanía entre el archipiélago y la Península.
Menos llegadas pero más muertes
Precisamente esos son algunos de los factores que han provocado que las muertes y desapariciones en el mar se hayan disparado en el último año aun habiendo menos llegadas. “No solo las rutas se han vuelto más peligrosas y más largas, sino que las condiciones de las embarcaciones, los tripulantes y los pasajeros son más precarias”, cuenta Helena Maleno. Por un lado, los cayucos y pateras suelen llevar más viajeros de los que deberían, no siempre están bien construidos y sus motores fallan continuamente. Muchos ni siquiera llevan chalecos salvavidas. Su seguridad es nula. Por otro lado, quienes están al mando casi nunca tienen experiencia en navegación y es muy fácil que pierdan el rumbo ante la mínima dificultad, a lo que se suma que el agua y las provisiones a menudo escasean o se terminan durante el trayecto. A veces incluso durante los primeros días. Y por si fuera poco, las personas migrantes inician la travesía en muy malas condiciones, cansadas y debilitadas tras permanecer escondidas sin apenas agua o comida en algún lugar de mala muerte tratando de evitar redadas y controles antes de embarcar. Un cóctel explosivo que hace que las embarcaciones estén en riesgo nada más entrar al mar.
¿Y qué pasa cuando llegan los problemas y las vidas corren peligro? Maleno critica que es entonces cuando se evidencia la falta de voluntad política de los países para salvar personas: “Faltan medios de rescate y una acción coordinada entre los diferentes países, falta acabar con las demoras innecesarias y las arbitrariedades a la hora de activar las búsquedas, y falta que otras embarcaciones dejen de negar ayuda por miedo a ser señaladas y criminalizadas por defender la vida en el mar”, lamenta. El informe recuerda además que Salvamento Marítimo no actúa nunca más abajo del paralelo 35º 50′, la línea imaginaria que marca la frontera marítima entre España y Marruecos. Ni siquiera aunque haya vidas en peligro o Marruecos no haya movilizado ningún servicio de rescate.
La atención a las víctimas de naufragios es otro de los aspectos claves en los que los países fallan. En una situación así, las personas han estado a punto de morir y han visto morir a otras personas. Probablemente han tenido incluso que arrojar cadáveres por la borda o cosas aún peores. Es una vivencia traumática que destroza la salud emocional de cualquier persona, pero que no parece importar demasiado a los Estados. El colectivo denuncia que España, por ejemplo, aplica en estos casos la Ley de Extranjería en lugar de un protocolo para tragedias múltiples que garantice un acompañamiento psicosocial adecuado a las víctimas y sus familias. También que no existe un verdadero esfuerzo por identificar a los fallecidos y desaparecidos o averiguar si tienen algún parentesco con alguna otra persona de la patera. Más bien al contrario: “Todas las acciones están destinadas a borrar la existencia de las víctimas y sus derechos incluso después de muertas, poniendo trabas administrativas de forma constante a las familias que luchan por sus derechos”, aseguran en el informe.
Respeto a la memoria de las víctimas
Caminando Fronteras reconoce que obtener toda esta información no es tarea fácil. “Estas personas viajan por cauces irregulares donde no se reconocen sus derechos y donde incluso los Estados pueden negar su existencia. Además, en la frontera occidental euroafricana la gran mayoría de muertes se producen en el mar y la mayoría de cadáveres desaparecen sin dejar constancia”, explican. Por eso recurren no solo a fuentes oficiales y servicios de rescate, sino también a comunidades migrantes, familiares de las personas desaparecidas y organizaciones defensoras de los derechos humanos que trabajan sobre el terreno. Recogen los datos, los contrastan y verifican, y los procesan e incorporan a sus registros.
Puede parecer una labor de números completamente aséptica, pero nada más lejos de la realidad. Se trata de respeto, consideración y justicia hacia todas estas personas que lo intentaron, hacia sus familiares y hacia el resto de la sociedad. Aunque los viajes en cayuco y en patera son algo minoritario dentro de los movimientos migratorios (apenas el 4,5 % de las personas migrantes que llegan a Europa lo hacen por vías irregulares, aclara la fundación porCausa), merecen ser estudiados, documentados y humanizados si queremos dejar de normalizar las tragedias en el mar, si queremos dejar de invisibilizar a quienes las viven.
“Los datos permiten visibilizar lo que está sucediendo en las fronteras, analizar los factores que provocan las muertes y desapariciones de personas migrantes, e identificar a los responsables, pero sobre todo, permiten iniciar con las familias procesos de verdadera reparación, justicia y no repetición”, afirma Helena Maleno. Son, dice el informe, “un ejercicio de respeto a la memoria de las víctimas frente a la ignominia de sus propios victimarios”. Y también un instrumento para fomentar “políticas de justicia en la frontera” y contribuir a la creación de “acciones en defensa de la vida frente a la necropolítica”. Solo así, aventurarse al mar en busca de una vida mejor dejará de ser una trampa mortal.
Laura Sanz-Cruzado (@laura__ese)