Diciembre y enero son los meses por excelencia de los regalos: Papá Noel, Reyes Magos, el amigo invisible… y es oportuno, pues, reflexionar sobre cómo realizar un “buen regalo”.
“Nadie da nada por nada”
En ese triángulo mágico entre el donante, el regalo y el receptor, existe un intercambio de mensajes (conscientes o/y inconscientes) que pueden incluso cambiar la finalidad del regalo. No es lo mismo regalar un pañuelo con amor y cariño, que un gramo de cocaína a la puerta de un colegio. La acción en sí es la misma (un obsequio), pero la finalidad de la segunda pervierte la propia donación.
Existe una célebre frase de Freud que resume esta idea básica sobre la donación: «Nadie da nada por nada». Siempre pretendemos «algo» con nuestra entrega (sea ésta una pulsera de brillantes, una hora de nuestro tiempo o la simple sonrisa ante el vecino). Aunque este hecho no debe llevarnos a la conclusión de que la acción de regalar es perversa. Pues, en esta vivencia, como en tantas otras, existen niveles que se aproximan o bien al extremo de la patología (el regalo como soborno) o al extremo de la normalidad (el regalo como muestra de cariño). Freud lo que quería indicar es que, ante cualquier acción por altruista que sea, tenemos que analizar sus motivaciones más profundas, para separar la hojarasca de la esencia de la misma.
Todo regalo es un mensaje
De pequeños aprendimos a recibir los regalos: “no poner mala cara cuando no nos gustaba el obsequio, sonreír, aunque lo tuviéramos repetido, festejar lo mucho que nos alegrábamos por el regalo, etc.”, pero nadie nos ha indicado cómo elegir un regalo. A lo sumo lo que nos han enseñado es que lo importante es la intención y no tanto el valor material del regalo.
En primer lugar, debemos saber que regalar no es sinónimo de comprar (aunque a veces sea necesario) sino de comunicar. Regalar es transmitir algo al otro: amor, gratitud, admiración, agradecimiento, etc. Tanto el que regala como el que recibe el obsequio están transmitiendo algo.
Pero si algo es un regalo es comunicación. Es una acción que está impregnada de distintas connotaciones: gratitud, reparación, signo de poder, consumismo, soborno, chantaje, etc.
Dime lo que regalas y te diré quién eres
Otro aspecto de la donación es lo que regalamos: dinero, libros, juguetes, ropa, un objeto personal, etc. Todo ello está en consonancia con la relación entre el que regala y el que recibe el regalo.
Por este motivo, un buen regalo no es fácil de encontrar, pues debemos conjugar tres variables: lo que quiero comunicar, los valores de la otra persona y mis propios valores.
El regalo en sí finaliza con la acción de regalar. No tiene otra secuencia en que el beneficiario deba responder con la misma moneda: otro regalo. Los obsequios, en sentido estricto, no se intercambian. No se puede trapichear con la donación. Los regalos no son un intercambio de cromos, algo extrínseco a uno, sino que en todo obsequio va injertado algo del donante (sus valores, sus gustos, etc.). Lo contrario es mercantilismo: «yo te doy para que tú me des». Por esta impronta personal del obsequio es por lo que podemos afirmar: dime lo que regalas y te diré quién eres.
Siete reglas para elegir un buen regalo
1.- Reflexiona sobre las motivaciones profundas de tu deseo de hacer ese obsequio: gratitud, reparar una culpa, ganarse al otro, aplacar al otro, etc. Así, al menos, no te sentirás defraudado si no te responden con la misma moneda.
2.- Piensa en lo que al otro le gusta, no lo que a ti te gusta, si quieres simplemente hacer un regalo; o piensa en lo que el otro necesita y no lo que tú necesitas, si quieres hacer un obsequio utilitario.
3.- Regalar implica una acción que finaliza con la propia donación. No necesariamente debe tener correspondencia. Por lo tanto, no te quejes si no te responden con otro regalo.
4.- El regalo más costoso no necesariamente tiene que ser el más apreciado. Un detalle, un beso o una flor a veces son el mejor obsequio. Lo que importa no es lo que vale (en dinero) sino su significado.
5.- Si eres dadivoso posiblemente también serás beneficiado con muchos obsequios. Aquí también se cumple la regla de que «como te comportes con los demás así se comportarán contigo». El regalo llama al regalo, como un círculo sin fin.
6.- La originalidad del obsequio también indica que te has preocupado por transmitir algo importante. No te conformes con lo de siempre: una colonia, una corbata, un libro, etc. Si esto ocurre que al menos la presentación sea algo original (también el envoltorio del regalo tiene su significado).
7.- Evita los regalos utilitarios (una cafetera, una caja de herramientas, etc.) pues el auténtico regalo no está para tapar una necesidad o cubrir una falta en los utensilios del coche o de la cocina.
Por Alejandro Rocamora Bonilla, psiquiatra
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