El espíritu de la colmena, El sur, El sol del membrillo… Víctor Erice, director de cortos y largometrajes, trabajos individuales y colectivos, guionista de televisión, crítico cinematográfico, nos sorprende con una nueva película: Cerrar los ojos. Un canto a la belleza.
Antecedentes
Vizcaíno-Donostiarra, se formó en Ciencias Políticas y Derecho e Investigaciones y Experiencias Cinematográficas. Como crítico, Cuadernos de arte y pensamiento o Nuestro cine. Colaboró en televisión con Tarde de domingo (Basilio Martín Patiño) u Oscuros sueños de agosto (Miguel Picazo). Su trabajo fin de carrera, Los días perdidos, representa a la Escuela Cinematográfica Española en el Festival de San Sebastián (1963).
Su sensibilidad e inclinación a la belleza y la ternura queda asimismo manifiesta en los largometrajes compartidos, como Los desafíos, junto a Rafael Azcona, Claudio Guerín y José Luis Egea; o Preguntas al atardecer. Más abundantes son los cortos y documentales: Alumbramiento, Memoria y sueño (en proceso de creación), Ana, tres minutos, Cristales rotos, Plegaria y Piedra y cielo (en torno a la escultura de Jorge Oteiza). Así como las exposiciones La Morte Rouge y Correspondencias.
Como crítico de cine, escribe junto a Jos Oliver Nicholas Ray y su tiempo y colabora en la revista francesa Trafic. En su labor docente, Víctor Erice dirige cursos y seminarios en España y en el extranjero, junto a talleres prácticos para niños y adultos. Desde 2014, es director de la asociación Rosebud Talleres de cine.
Sus mejores largometrajes, El espíritu de la colmena (1973), entre el género hiperrealista y de terror, que narra los temores de un pueblo castellano de posguerra, a través de la figura de Frankenstein en los ojos de dos niñas; El sur (1983), o el descubrimiento que la hija adolescente irá haciendo del padre; a quien admiraba; y El sol del membrillo (1992), sobre un cuadro del pintor Antonio López.
Una historia real
En 2023 Víctor Erice vuelve al largometraje con una obra maestra, Cerrar los ojos. La vida de un artista, el misterio llevado a lo imposible, el tema de la emigración, el lenguaje de las emociones, el lirismo, el cuidado exquisito del detalle, el tempo lento de la narración, actores que aparecen en películas previas (Ana Torrent, Juan Margallo…). El trabajo bien hecho en definitiva.
Esta vez se trata de Julio Arenas (Agustín Arenas se llamaba el protagonista de El sur), un actor español desaparecido hace 30 años mientras rodaba su última película, que se creía se mató en el mar. Del proyecto El embrujo de Shanghay se grabaron dos únicas escenas. En la primera, Mr. Levy (José María Pou), viejo y enfermo, encarga a un extraño detective (Julio Arenas – José Coronado) que encuentre a su hija, cuya pista perdió en el lejano país; en la última escena, el detective cumple su cometido, la niña y el anciano se reencuentran y este muere.
También a Julio Arenas se le da por muerto. Solo a través de un programa de televisión, en el que se entrevista a Miguel Garay (Manolo Soto), director de la cinta e íntimo amigo de Julio, se encuentra
La memoria del corazón
Garay es feliz en su retiro argentino, con su perro, sus amigos y su chabola. Hasta que la trabajadora social (María León) de un asilo de ancianos de un pueblito próximo lo llama por teléfono: esa fotografía de la niña china de la película la tiene un viejito que vive en el asilo. ¿Y si es Julio? Todo encaja.
Miguel y Julio se reencuentran, aunque este ahora es Gardel, ha perdido su nombre y su pasado. Ha elegido vivir en el garaje, que ha transformado en taller; ayuda en todo tipo de arreglos para la residencia. Le cae bien su nuevo amigo, aunque no reconozca en él al compañero de camino de toda una vida juntos, desde la academia de marinos.
Tampoco a su hija, Ana (Ana Torrent). “No tienen memoria cognitiva, pero sí memoria emocional”, dirá el neurólogo. La visualización de las dos escenas de su última película le abren los ojos, se los cierran. Un bello canto a la aceptación del paso del tiempo y a la ternura.
Por Pilar Martínez Barca, escritora
Deja un comentario