En las siguientes líneas se analiza la cuestión de la violencia de género con algunos matices nuevos a la vista de los avances en legislación y de las propuestas que se realizan en nuestro entorno y más allá de nuestras fronteras. Entre el miedo y la indefensión de las mujeres se cuela la esperanza de un camino de futuro mejor para las siguientes generaciones.
Algunos relatos
Recientemente he visto dos series de televisión en Neflix que me han hecho pensar y revisar cómo están las cosas en relación a la violencia de género. Por una parte, la serie Creedme, dirigida por Susannah Grant. Por otra, Delhi Crime, de Richie Mehta. Ambas basadas en hechos reales. En la primera, se cuenta la historia de Marie Adler, estadounidense de 18 años, que fue violada y sometida después al acoso policial. Doble trauma. En la segunda, el caso Nirbhaya (2012), o agresión brutal que provocó la muerte de una mujer de 23 años. Violada y golpeada repetidamente por seis hombres y penetrada con una barra de hierro. Ocurrió mientras iba en un autobús, en Nueva Delhi (India), y supuso el levantamiento de la población para exigir más protección y cambios en la compleja legislación india.
Impresionantes relatos de mujeres agredidas en lo más íntimo. Agredidas, violadas, muertas. En el caso de Marie Adler, llama la atención la presión a la que se ve sometida, de manera que llega a no resultar creíble su relato. No es algo nuevo. Entre lo que no se revela, lo que no se reconoce, lo que se dice pero no se cree, cuántas mujeres no habrán sido víctimas. Si preguntamos un poco, no hay una mujer que no haya sido “tocada” sin desearlo, en un cine, en un metro. Mujeres y también niñas, y también niños, han sufrido agresiones sexuales por hombres que aprovechaban su posición dominante para violar. Esto es real. Y sabemos que existe en más proporción de lo que se conoce si nos atenemos a la vida cotidiana, en la que se comenta lo que no se denuncia.
Para Nirbhaya, la agresión acabó con su vida. Entrevistado en la cárcel uno de sus agresores, dice que la violación es más culpa de las mujeres que de los hombres. La resistencia a ser violada fue determinante para la brutalidad más extrema. Tales actos hacen pensar que los violadores son enfermos, perturbados, o están desquiciados en su interior. Y es posible que así sea. Pero aun siendo así, no hay disculpa posible. Ni el alcohol, ni la pobreza, ni la cultura, ni la enfermedad, deberían ser atenuantes. Qué hacer con los agresores, cómo reintroducirlos en la sociedad, cómo trabajar en su recuperación, esa es otra cuestión. Es imprescindible trabajar en esta línea. No es admisible la horca, como en India. No es admisible la prisión permanente revisable como solución en países como España.
Ley de libertad sexual
Está ya en trámites la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual. La norma va a eliminar la diferencia entre abuso y agresión. Una polémica que se suscitó con el caso de la Manada (violación grupal ocurrida en los sanfermines de 2016).
La sexualidad es un ámbito de libertad personal. De ahí el eslogan: “Solo sí es sí”. Significa que cualquier acto sexual compartido precisa del consentimiento explícito. En este caso, se trata de defender a las mujeres. Hombres violados, al igual que asesinados por mujeres hay pocos, pero sí hay niños violados por hombres, y a ello hay que prestar igualmente atención. La necesidad de esta defensa del consentimiento nace del tópico argumentado por algunos hombres que dicen que “si ella dice que no, es que quiere decir que sí”, o si no dice nada, si no se resiste, es que consiente.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos y el Convenio de Estambul o Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica, reclaman que se tipifiquen como delitos todas las conductas de agresión sexual en las que no haya consentimiento. El Anteproyecto dice que no existe consentimiento cuando la víctima no ha manifestado libremente, con actos inequívocos, que quiere participar del acto. La próxima ley cambia el escenario abriendo una puerta a la protección de las víctimas en cuanto a la consideración de lo que es un delito sexual. Sin embargo, tampoco será fácil llevar a la práctica, ya que, en Derecho, la presunción de inocencia es el punto de partida, y demostrar que no ha habido consentimiento no lo imaginamos sencillo.
Únete
Cada 25 de noviembre se celebra el Día Internacional contra la Violencia de Género. El año pasado, absorbidos por la pandemia, hubo menos ecos de este acontecimiento. El Secretario General de las Naciones Unidas lanzó la campaña Únete de aquí al 2030 para poner fin a la violencia contra las mujeres. Pinta el mundo de naranja: ¡Financiar, responder, prevenir, recolectar! Es una llamada a todos los gobiernos, la sociedad civil, el sector privado, los y las jóvenes, los medios de comunicación, para unir las fuerzas contra la pandemia de la violencia contra las mujeres.
Aún estamos en fecha. En el informe de ONU-mujeres se recogen múltiples testimonios de cómo ha aumentado la violencia contra las mujeres en tiempos de confinamiento, en momentos delicados, donde las energías y el centro de atención están puestos en lo sanitario. Tal vez cada una, desde nuestros rincones, podemos poner en marcha gestos e iniciativas a favor de erradicar esta lacra. No cabe en la cabeza que llegue 2030 y sigamos contabilizando alrededor de 50 mujeres muertas a manos de sus parejas o compañeros sentimentales en nuestro país (47 en 2018, 55 en 2019, 43 en 2020). No cabe en la cabeza que se agreda sexualmente a una mujer, una niña o un niño, a estas alturas de la película de la humanidad. No es admisible el uso de la violencia, de cualquier tipo, para resolver conflictos o para conseguir placer o dominación sobre otro ser humano.
El poliedro “violencia”
Existe violencia contra las mujeres. Violencia ejercida contra personas por el hecho de ser mujeres. Violencia que puede ser física, sexual, psicológica, económica. Esas las tenemos más claras. Hay otras menos reconocidas, como la estructural (barreras que impiden a las mujeres acceder a los derechos básicos), política (cuando los hombres con poder legitiman algunas formas de violencia), espiritual (destrucción de las creencias culturales o religiosas de las mujeres), simbólica (perpetuación de los mecanismos socializadores), o social (atribuyendo menor valor a la posición social de las mujeres).
El feminismo hace saber que la violencia está presente, tiene múltiples caras, puede hacer acto de presencia sin levantar una mano, en forma de suave seda que atrapa o como un dominio sutil que incomoda y nos rebela. La no-violencia, es un modo de estar en el mundo que puede irrumpir desde diferentes perspectivas, una de ellas es la violencia de género.
Reflexionando sobre ello, me siento invitada a una revisión de mis estilos y modos de estar, que cuadren más con aquello que defiendo. Desde dentro, también se puede.
Rosa María Belda Moreno
Ilustración de Javier Prat
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